Capítulo 3: Alianza de príncipes

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La noticia de que el príncipe imperial Kenshiro Sonne de Hannover se hospedaría hasta la celebración del aniversario de Whitehall se expandió como pólvora en todo el reino. Kenshiro, el futuro emperador del imperio más grande de Occidente, era valeroso, poderoso, un alfa atractivo y joven, su popularidad no tenía precedentes.

De inmediato, los jóvenes nobles de Whitehall renovaron todo su ajuar para lucirse en cada evento que se celebrara en el castillo real. Esta era una señal bendecida por los dioses. Seguramente, en nombre de ser naciones amigas, el príncipe imperial iniciaría su búsqueda de consorte en Whitehall. Así que muchos jóvenes soñaron con poder convertirse en el príncipe o princesa imperial consorte y, en un futuro, en emperador o emperatriz consorte. Por supuesto, los padres de estos jóvenes también tenían la esperanza de emparentar con la clase imperial de Hannover, así que incentivaron las ambiciones de sus hijos y movieron sus influencias para poder ser invitados al castillo y a todos los eventos.

El aviso sobre el largo periodo que se hospedaría el príncipe imperial fue otorgado al príncipe Ancel. Oficialmente, según el decreto, el príncipe de Hannover se hospedaría hasta recuperarse completamente. Además, ya que la celebración del Aniversario de Whitehall llegaría en dos meses, aprovecharía para conocer las tradiciones y la cultura de Whitehall, de esta manera, uniría lazos y se reafirmaría la amistad entre ambos reinos.

Ancel supuso que había algo más detrás de ello, posiblemente, relacionado con el ataque que sufrió el príncipe. Estaba decidido a investigar sobre ello, pero le pareció entretenido todo el caos que desató la estancia del príncipe. Todos los días había mínimo cien cartas de nobles pidiendo permiso para visitar el castillo o invitándole a su residencia (con lo cual invitaban al príncipe imperial). Por supuesto, no podían simplemente ingresar al Castillo DaCourt sin invitación de la familia real.

Adrien le contó que, incluso, se armaron alianzas entre las familias más importantes para lograr emparentar con el príncipe. Las respetadas familias sabían que no tenía por qué haber un solo ganador. Después de todo, Hannover practicaba la poligamia y un emperador tenía un harem enorme: Además de la emperatriz, había diez consortes imperiales, es decir, esposos oficiales e importantes; desde ahí, descendían en más niveles, en total, el número de personas que podían conformar un harem llegaba alrededor de 300 o más. Así que, aunque un miembro de la nobleza no pudiera soñar con convertirse en emperatriz consorte o emperador consorte, al menos, podría ser un consorte imperial.

Esto causó que algunos gobernantes de los reinos vecinos no se sintieran conformes, pues temían que una alianza matrimonial entre ambos reinos terminase perjudicándolos. Todos tenían claro que el príncipe Ancel no podía ser elegible como emperador consorte de Kenshiro, pues era el heredero en su reino; sin embargo, quizás algún primo, algún noble que fuera servidor de ellos podría ser empujado a ser tomado en cuenta.

—¡Incluso piensan que me lanzarás a los brazos del príncipe imperial! —Exclamó Adrien.

Ancel río ante los chismes que su amigo le contaba. Estaban armando muchas historias alrededor.

—¿Y no te interesaría? — El príncipe pellizco juguetonamente la mejilla de su amigo. — Podrías convertirte en emperador consorte en el futuro.

En respuesta, Adrien infló los mofletes. Las ganas de pellizcarlos crecieron en Ancel.

—Por supuesto que no. —Replicó. — He huido de un compromiso para ser tu secretario y aportar a Whitehall, no para casarme con un extranjero. Ser un consorte en Hannover significa cuidar tu vida todos los días, a la vez que solo eres un adorno o una herramienta política para el emperador.

Adrien era dócil en muchas circunstancias, pero cuando se trataba de tomar una decisión en su vida era firme. Desde pequeño soñó con aportar a su reino, aunque nunca fue bueno en combate, era diligente e inteligente y, sobre todo, paciente y perseverante. Esos valores eran apreciados por Ancel y por el rey Clovis, quienes veían en Adrien un futuro ministro o un secretario real supremo, es decir, la mano derecha del soberano. Sin embargo, estas cualidades fueron minimizadas por su padre alfa, quien solo veía en su hijo un bonito rostro que serviría para mejorar la posición de su familia. Si lo envió a servir a la corona fue para congraciarse con su majestad real y, posteriormente, le ayudara a concertar un buen enlace matrimonial para su hijo. Hace dos años, Adrien abandonó por completo a su familia de nacimiento para iniciar una vida nueva atravesando el camino que escogió.

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