Capítulo 10: Grieta en el corazón

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Debido a su estatus, Clovis ya no tenía tiempo para montar a caballo como le gustaría

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Debido a su estatus, Clovis ya no tenía tiempo para montar a caballo como le gustaría. Hacía muchos años en los cuales no se movía con tanta vertiginosidad. La última vez que lo hizo fue justamente por Ancel. Sin embargo, antes de eso, cuando llevaba poco tiempo de coronarse y Ancel aún crecía en el vientre de su consorte Amel, Clovis había participado en su última batalla. Una batalla que no involucró a su reino directamente, sino que marchó como aliado del Imperio de Hannover. Junto con otros príncipes de los reinos independientes, tuvo que brindar su apoyo directo al Emperador Sthephano. Temía que el momento en que Ancel tuviera que marchar a la guerra llegase pronto. Ni siquiera sería heroico como Ancel creía que era la guerra para proteger su territorio, sino todo lo contrario.

En ese momento, su corazón latía agitado, pues tenía miedo por que su hijo estaba involucrándose peligrosamente con el príncipe Kenshiro, el futuro emperador de Hannover. Aquel joven Kenshiro en un futuro tendría que alimentar el ego y el hambre de más territorio del Imperio como cada emperador que se ha sentado en el trono de Hannover desde hace generaciones. Si bien la acción de convocar a la guardia de la ciudad para detener a criminales era correcta, Clovis sabía que su hijo no solo lo había hecho por ello; sino que, en realidad, el corazón de su hijo estaba agitado por los sentimientos que comenzaban a crecer hacia el otro príncipe. Le aterraba pensar que el corazón de su hijo sería destrozado dentro de poco, cuando se diera cuenta qué es lo que representaba Kenshiro Sonne realmente: un tirano, un conquistador que aplastaba reinos y esclavizaba inocentes, al igual que todos los príncipes y emperadores que Hannover haya tenido.

Y lo peor...ellos como soberanos de reinos pequeños e independientes no podían detener esa ambición, solo seguir reafirmando su "amistad" al Imperio para no ser el próximo objetivo de sus ambiciones.

Cuando el Rey Clovis llegó con su guardia, Ancel y Kenshiro se habían encargado de llevar con éxito a todos los testigos a las oficinas de la Guardia de la Ciudad. Ambos ya habían escuchado el testimonio de la pareja de comerciantes que Ancel capturó, pero estos testimonios debían de ser contrastados con los de los demás capturados.

Reunidos en el salón de interrogación, el Rey Clovis ocupó un lugar central, Ancel y Kenshiro se sentaron a su lado. Cada uno de los testigos fue explayándose: Todos cumplían las características de solo tener un permiso temporal de comercio, eran en su mayoría provenientes de tribus nómadas que vivían en la Franja Solitaria, un territorio indómito, pero que carecía de recursos como para que algún reino tuviera la ambición de anexarlo. Por tal motivo, la mayoría de sus habitantes sobrevivía de la caza y recolección, pero también de pequeños comercios. Los espías se habían acercado a ellos justamente por ello, nunca les dieron una identidad adecuada, básicamente les dejaron dos opciones: aceptar el oro y enriquecerse o negarse y morir. Todos tomaron la opción del oro porque, además, necesitaban el dinero para poder liberar a algunos de sus familiares. Y es que, al ser tribus independientes, se exponían a ser capturados por bandas de esclavistas que luego los vendían a tribus más grandes o en los mercados orientales y en Hannover donde la esclavitud estaba permitida.

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