Capítulo 52: El día que conoció el sol

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Kenshiro cabalgaba con un trote fuerte

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Kenshiro cabalgaba con un trote fuerte. A su lado, Han y sus otros diez guardianes principales le rodeaban, formando una nube negra en medio de aquella batalla. Eran sus mejores guardianes, pero no solo estaban ahí para protegerlo, sino porque se movían de forma armoniosa juntos, como soldados del inframundo que habían llegado a la tierra mortal para segar vidas y capturar almas.

Se despidió de Ancel con aquel beso, junto a ello, se había despido de sus sentimientos y emociones mientras dure esa batalla. En el fondo de su corazón, no desearía dejar a Ancel solo, pero también tenía la certeza de que si detenía a los guerreros Daza adelante, nunca llegarían a Ancel ni a los Reinos Independientes. Por acuerdo mutuo, el ejército de la Federación iba como retaguardia y protegerían a todo el equipo no combatiente, como sirvientes, asistentes logísticos, sanadores, además de los víveres y animales. Aunque pareciera una labor menor, si perdían a estas personas y los recursos, no soportarían una batalla larga.

Así que, repelió la preocupación, la encerró con sus otras emociones y sus ojos se volvieron más oscuros, más fríos, como si hubieran sido cubiertos por escarcha. Sabía que aunque era la primera batalla de Ancel en una guerra, lo superaría. Era su omega, después de todo, encontraría una forma de superar esa prueba. Avanzó con firmeza, con los muslos apretados al caballo, a velocidad. Su ejército, el ejército de Arno y el de su tío avanzaban con ellos. Pronto, llegaron al fulgor de la batalla contra los guerreros Daza.

El emperador, el príncipe Anton y la princesa Martha estaban peleando, pero su eficiencia era limitada a su fuerza física. Los miembros de la tribu Daza no tenían un orden específico de batalla, eran guerreros natos que peleaban en su día a día por cualquier riña, incluso las trifulcas más ínfimas eran solucionadas con peleas, aquel estilo de vida salvaje se reflejaba en sus armas, los llamado kopesh, armas muy diferentes a las nobles espadas de Occidente o a las espadas estilizadas de Taiyou. Los kopesh eran una combinación entre hachas y espadas, de mediano largo, gruesas y toscas, de puro acero, sin nada que protegiera la mano. Estas armas, al golpear, podían arrancar el escudo de los soldados de Hannover y abrirse camino a través de la cota de malla, la piel y carne. Si bien no tenían técnicas de batalla estudiadas, los guerreros Daza peleaban con brutalidad, disfrutando de la sangre derramada y de los cuerpos caídos que pisoteaban con sus caballos y pies. Tampoco sufrían por los caídos muertos por la pesada y ancha espada de Stephano o la espada llena de piedras preciosas de Anton y Martha. La batalla instintiva, bestial era su naturaleza primaria.

Con la llegada de Taiyou y Kenshiro, el flujo de batalla cambió. Akimitsu y Yeda comandaron a los soldados de Taiyou a un lado. Arno se separó de su hermano para liderar a su grupo. Entonces, Kenshiro gritó las órdenes a su ejército personal compuesto por miembros de Hannover, Taiyou y Rouran que le habían rendido lealtad. Estos se dispersaron con velocidad, se convirtieron en una fuerza de choque que detuvo el avance de los guerreros Dazza.

Al lado de Kenshiro, solo quedó Han y otros diez guardianes. A diferencia de los demás soldados, los guardianes oscuros y Kenshiro tenían armaduras completamente negras. Si bien, los colores de Hannover eran el rojo y el dorado, Kenshiro solo usaba su armadura dorada y rojo sangre en momentos ceremoniales, pero en batalla, usaba la armadura completamente negra con hombreras altas que terminaban en punta, anchas, que le hacían ver más grande. Parecía una armadura ligera, por lo apegado a su torso, pero era resistente y le permitía moverse a velocidad. Su rostro cubierto por la mitad de una máscara para poder filtrar el aire lleno de polvo hacía que el brillo frío en sus ojos resaltaran aún más.

Crónicas de Amor y Guerra [ABO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora