Capítulo 45: La voluntad del emperador

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La mano de Kenshiro estaba fría, rociada por una leve capa de sudor. El alfa estaba nervioso. Ancel también lo estaba, aunque su belleza abrumadora escondía cualquiera de sus inseguridades. Después de todo, este era su primer baile como pareja oficial. El último baile fue tenso, aunque fue su reencuentro, se vio opacado porque tenían que guardar las apariencias y no hacer evidentes sus sentimientos. Esta noche era diferente, ambos podían bailar juntos toda la noche y nadie podría recriminar al respecto. Era su celebración, la confirmación de su unión ante el mundo.

La carroza se detuvo, Ancel giró hacia su prometido para brindarle una sonrisa de ánimo. Sus dedos se rozaron levemente una última vez. Luego tuvieron que volver a ponerse los guantes mientras absorben la imagen del otro.

Kenshiro admiraba cada detalle en Ancel, deseando atraparlo entre sus brazos, sentarlo en su regazo mientras devoraba su boca y acariciaba su cuerpo entero. El fuego de su pasión fue avivado desde que recogió a Ancel de su residencia. Su omega tenía puesto un traje que probablemente escandalizaría al recinto entero. Y no era solo por que sus clavículas, cuello y hombros estuvieran descubiertos, o porque su cintura se viera más pequeña por el corset y el faldín en capas y holandes que caía por sus caderas, sino por el color: Dorado y rojo que contrastaba con su piel blanca.

—¿Fue muy atrevido vestirme de rojo? — Susurró Ancel ladeando su cabeza a un lado, pareciendo inocente.

Kenshiro se acercó a su oído.

—Eres mi omega, tienes el derecho de vestirlo. — Respondió extasiado, dejando un beso en su cuello descubierto. Tocó el largo rizo que dejaba caer su moño.

El rojo era el color de la realeza de Hannover. En teoría, cualquier miembro de la familia real podía usarlo, pero entre los omegas de la corte, solo la emperatriz lo usaba.

"Ancel será mi príncipe consorte, pronto mi emperador consorte", pensó el alfa mientras se estremecía olfateando desde el cuello del omega, en esa zona donde el aroma era más intenso.

Kenshiro bajó primero del carruaje luego de componer una apariencia menos ansiosa. Quería que esa noche fuera perfecta para que brillara en la memoria de ambos para siempre.

Sostuvo la mano de su omega, enguantada en satin. Se observaron uno frente al otro, sonrientes. Aspiraron y soltaron el aire para calmarse.

El salón principal del Castillo de Hannover era reservado solo para eventos especiales. Este se trataba del compromiso del príncipe heredero, por lo que ningún esfuerzo resultaba inferior. Además, se trataba del compromiso que uniría el Bloque Occidental, así que cientos de sirvientes y esclavos se esforzaron en convertir ese temible salón del trono en el lugar donde los prometidos reafirmarían oficialmente ese compromiso.

El salón del trono, con ese ambiente lúgubre y misterioso, había sido renovado e iluminado para parecer más cálido, acogedor y menos temible. Tenía una belleza particular al haber sido excavada en la propia montaña, por lo que luego de la renovación se sentía más opulento y regio sin perder su identidad misteriosa.

Al ser los protagonistas de este evento, serían los últimos en ingresar. El emperador y la emperatriz junto a los consortes principales de Stephano y de Kenshiro ya estaban en el lugar. Todos los príncipes de los Reinos Vasallos y de la Federación también estaban ahí.

Ancel hubiera querido que su padre estuviera presente, pero los reyes de los Reinos Independientes permanecían en sus territorios por seguridad. Además, era consciente que su padre no estaba de acuerdo con este matrimonio. Como miembro de la Federación, Clovis tuvo que aceptar, de cara afuera, el matrimonio de su hijo ya que era una desición de la Federación, pero realmente no lo deseaba.

Crónicas de Amor y Guerra [ABO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora