Capítulo 8: El amor es impredecible

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El gesto de Kenshiro envolviéndolo en su capa hubiera sido intolerable para Ancel con otra persona. Ni siquiera con alguno de sus pretendientes aceptaría una pieza de ropa que tuviera una carga de feromonas tan fuerte. Sin embargo, Ancel se había dejado envolver y lo había aceptado con naturalidad. El aroma del príncipe alfa era notorio para todos los sirvientes y para Adrien, quienes le acompañaban, pero no comentaron nada. Ancel lucía satisfecho y tenía las mejillas sonrojadas.

Una vez llegaron a sus aposentos, Ancel solo permitió que le alistaran todo para su baño. Aludiendo a que deseaba pasar un largo tiempo relajándose, pidió a todos que se retiraran, incluso Adrien. Cuando estuvo a solas, tomó nuevamente la capa de Kenshiro y la acercó a su nariz. Inhaló con fuerza, dejando que el aroma a vino de arroz le envolviera por completo. Cada fibra de su cuerpo parecía despertar. Comenzó a frotar su rostro como un gatito sobre esa capa y un pequeño ronroneo escapó de sus labios. En cuanto lo hizo, despertó de esa vorágine de sensaciones extrañas y placenteras.

Dejó la capa a un lado y se alejó como si presentara un peligro mortal. Estaba sonrojado, caliente, todo su cuerpo se volvió sensible. Se dio cuenta que su instinto quería hacerle buscar la fuente de ese aroma.

"Mi alfa".

En su mente esa pequeña frase resonaba sin misericordia. No iba a aceptarlo. Se golpeó las mejillas para reaccionar.

—Joven príncipe, recuerde que debe llegar puntual al almuerzo—Le recordó Adrien desde la puerta.

Ancel comenzó a desvestirse. Una vez desnudo, ingresó a la tina. Se sentó y llevó sus pernas hacia su pecho. Estaba confundido. Kenshiro le parecía atractivo, pero todos los príncipes alfas que lo cortejaban también lo eran, cada uno a su particular forma. Solo que, no sabía por qué el atractivo de Kenshiro le resultaba tan poderosamente seductor.

"Es porque es mayor, experimentado, tiene ese aura imponente de alguien que realmente a arriesgado su vida y sobrevivido. Todos los demás somos solo niños a su lado".

No quería describirse como uno más de los omegas que se derretían cada vez que Kenshiro ponía un pie en algún lugar, pero seguramente así era. Ancel, por su posición, no había tenido ninguna relación antes, por lo que era inexperto en cómo manejar los temas del amor y romance. Culparía a esa falta de experiencia el que Kenshiro le pareciera tan atractivo.

"En Whitehall no hay muchas personas con sus características, por eso me resulta exótico. No hay nadie con el cabello tan negro como la noche, ni esos ojos de mirada profundo que pueden absorberte. Además, seguramente por la batalla, sus brazos son fuertes y firmes. Cuando me sostienen sé que no me soltarán..."

Aun en la tina, llevó su cabeza hacia atrás, sus ojos se habían entrecerrado. Sin darse cuenta, estiró sus piernas, una mano empezó a tocar su pecho, pasando por sus pezones. Solo se había tocado en sus celos. No por una razón de timidez, solo porque su libido se encendía sobre todo en esas fechas. Recordó la mano de Kenshiro en su cintura. Sus manos amplias, abarcando gran porción de su cuerpo. Su mirada encendida le estremecía. Su mano viajó hacia el sur, sobre su vientre. Su boca dejó escapar un pequeño jadeo. Luego, su mano fue hacia su propio miembro, paseando por el largo. Pensó en Kenshiro observándolo, en cómo lo seducirá, como haría que esa mirada se llenara de lujuria por él. Entonces abrió sus piernas como si fuera una invitación hacia el alfa.

Crónicas de Amor y Guerra [ABO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora