En aquellos tiempos, Yeda y Akimitsu eran inseparables. Ambos estaban enamorados aunque su relación era prohibida en muchos sentidos. ¿Un príncipe usando a un esclavo alfa para su placer? Aquello era normal, porque los esclavos estaban destinados al servicio de lo que un príncipe quisiera darle, pero ¿enamorarse de uno? eso era aberrante. Los rumores se esparcían lentamente de salón en salón en el Castillo Imperial de Taiyou, sirvientes y esclavos murmuraban sobre el trato especial que Akimitsu tenía con Yeda y cómo dormían juntos todas las noches. Los sirvientes que atendían a AKimitsu habían filtrado que era claro que en esa cama ambos dormían, descartando que Yeda se quedase vigilando a un lado, la cual era la excusa de su permanencia.
Peor aún, Akimitsu no había mandado a traer a ningún esclavo omega para entretenerse, parecía que Yeda cumplía con todos los roles. Indiferentes a esos chismes, parecían como esposos recién casados que disfrutaban de las mieles del matrimonio reciente.
Por supuesto, no pasó demasiado tiempo en que el emperador pactara el primer compromiso de Akimitsu con un omega del linaje real. El príncipe no podía oponerse a las decisiones de su padre, pero, a cambio, exigió que no se entrometiera en lo que hacía con su esclavo. El emperador quiso castigarlo, pero hacerlo solo avivaría los chismorreos. A pesar de todo, Akimitsu había cumplido con su deber en la guerra, no poder ganar a Hannover no se debía a su incompetencia. De hecho, el emperador sabía que cualquiera de sus otros hijos hubiera muerto al enfrentarse a Stephano, todos salvo Meiyoung, pero era una lástima, ella era una omega.
Casarse era algo que Akimitsu sabía que tenía que hacer de todos modos. Ya había acordado con su amante que sucedería de todas formas. Lo cierto es que quería tener hijos, un heredero al cual entrenar, enseñar y dejarle el imperio. Sabía que como alfa no podía sostener vida, ni Yeda tampoco, eso solo podían los omegas y betas femeninos, pero solo los omegas parían omegas y alfas puros. De todas maneras, el lugar de los omegas era diferente de los alfas, Akimitsu no tenía porqué convivir con su esposo o concubinos omegas, solo debía cumplir con ellos cuando estuvieran en celo para intentar preñarlos. Los omegas de la corte tenían sus propias batallas, sus propios deberes.
Esa noche en particular, Akimitsu había recibido una noticia amarga. La fecha de su matrimonio fue fijada, igual que los dos omegas que tomaría, uno como primer consorte y otro como segundo. Sus celos estaban previstos para coordinarse con el de él. Su padre lo había planeado teniendo en cuenta aquello. Quizás era lo mejor, aunque amaba a Yeda, el instinto de un alfa siempre busca a un omega cuando se está en celo. Sus celos anteriores los había pasado en batalla así que básicamente usaba esas frustración sexual para pelear, pero fuera del campo de batalla, ese deseo se convertiría en lujuria incontenible.
Desde que ambos alfas dormían juntos, los besos entre ambos se habían tornado cada vez más profundos, más intensos, pero sin culminar con el acto. Akimitsu sabía qué seguía. Incluso con otro alfa sabía que tenía que hacer, había manuales sobre eso, después de todo, para evitar una propagación de bastardos, muchos nobles y miembros de la nobleza usaban esclavos alfa para satisfacerse.
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Crónicas de Amor y Guerra [ABO]
RomansaEl príncipe Ancel (omega) celebra un baile por su mayoría de edad, se espera que en tal baile encuentre al alfa ideal para ser su consorte, y así ascender al trono. Sin embargo, un misterioso rufián lo ataca en el jardín llamándolo "mi omega". Ance...