Los días desde que tuvo que romper la relación que tenía con Ancel se convirtieron en angustia pura. No entendía porqué parecía que pronto se rompería su autocontrol e iría por Ancel. Constantemente buscaba su aroma y a veces volvía en sí mismo cuando ya había caminado algunos pasillos hacia las dependencias de Ancel. Durante las noches sentía un apremiante dolor en el pecho que no solo era suyo, como si el dolor de Ancel resonara con el suyo. Su instinto de alfa pugnaba por buscar a Ancel y darle consuelo, protegerlo y alejarlo de esos pretendientes que ahora tenían el camino libre.
Había aceptado haberse enamorado de él, pero no tenía sentido que la angustia por verlo fueran tan inimaginable. No era un joven alfa, había participado en campañas militares desde joven, por lo que tenía mucho autocontrol. Solo que parecía que encontrar a Ancel estaba tirando por la borda todo lo aprendido sobre ello.
"Quizás es por la culpa"
¿Podría pedirle que volvieran a ser amigos? No sabía si siquiera Ancel quisiera intercambiar palabras con él.
Las sensaciones que le llegaban empeoraron esa noche. Durante la madrugada terminó quitándose la bata de dormir, quedando solo con el pantaloncillo interno. Su cuerpo sudaba, su garganta estaba seca como si no hubiera bebido agua en horas, tenía calor, especialmente anidando en su bajo vientre. En su mente escuchaba a Ancel de una manera que nunca le había escuchado en la realidad: Con una voz desesperada, empalagosa y quebrada. Su instinto le indicaba que Ancel estaba sufriendo y le necesitaba. No podía estar en paz. Terminó sentado en su lecho, sujetándose la cabeza.
La puerta de su habitación fue repentinamente abierta. No se puso en guardia pues reconoció el aroma de su guardián. Han ingresó. Inexplicablemente, el joven comenzó a preparar un baúl de ropa. Ken frunció su ceño sin entender qué hacía su guardián.
—¿Qué haces, Han? — Preguntó aún sujetándose la cabeza. —- Ni siquiera deben ser las cinco de la madrugada.
El guardián tenía la mirada baja.
—Mi señor, el Rey Clovis nos pide que nos marchemos por unos días. — Respondió. — Hay una casona, propiedad de la familia real, donde nos hospedaremos en el centro de la ciudad. La guardia real nos escoltará y lo protegerá.
No comprendía aquello. ¿Acaso el Rey Clovis no había tenido suficiente con su juramento? Se sintió molesto. Era indigno que el Rey Clovis no le diera oportunidad de demostrar que cumpliría con su palabra y que, por el contrario, decidiera, prácticamente, echarlo del Castillo en plena madrugada.
—¿Por qué demonios nos está corriendo? —Terminó soltando con un sabor agrio en su boca.
— No lo están corriendo, mi señor. — Replicó rápidamente Han.
La respuesta de su guardián fue rápida y había ocultado su mirada como si le avergonzara. No era tan simple como el rey decidiendo no confiar en él. Había más y necesitaba saberlo.
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Crónicas de Amor y Guerra [ABO]
RomanceEl príncipe Ancel (omega) celebra un baile por su mayoría de edad, se espera que en tal baile encuentre al alfa ideal para ser su consorte, y así ascender al trono. Sin embargo, un misterioso rufián lo ataca en el jardín llamándolo "mi omega". Ance...