Capítulo 56: El rugido del dragón

271 27 64
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


En el patio principal de la Residencia de Kenshiro se libraba una batalla sin cuartel, escoltas, soldados de Ancel y guardianes oscuros de Kenshiro peleaban mano a mano contra los invasores soldados de Stephano, no sabiendo las verdades que se habían liberado en la recámara del llamado príncipe heredero de Hannover. En medio del patio, Ancel combatía contra el escolta del emperador. Su mirada y corazón estaban preocupados por su prometido, aunque Yeda y Akimitsu se habían dirigido hacia allá. Sabía que su alfa pediría pelear solo contra Stephano. En ese instante, Hernán, el escolta de Stephano, logró darle a su hombro. Gruñó adolorido, pero alejó al escolta con una patada en su centro. Soportó el dolor de la estocada.

Entonces, Ethan intervino, alejando al escolta de su príncipe, gruñendo con una furia agresiva. Expuso los colmillos y comenzó a batirse con mayor fuerza contra Hernán. Ancel cortó una parte de su camisa y se amarró la tela al hombro para contener el sangrado. Podía sentir que no era demasiado profundo el corte. Luego, tomó su arma y se lanzó a acompañar a Ethan en el ataque. Hernán era alguien importante que debían eliminar para que no regrese a apoyar al emperador.

—Ethan, el escolta del emperador debe morir ahora.

—¡Sí, mi príncipe! — Resolvió Ethan con los colmillos afuera contra quien se atrevía a lastimar a su príncipe.

Luego de haber entrenado duramente los últimos días, lograron coordinarse mejor. Ethan bloqueó el ataque del escolta, doblando su brazo hacia el suelo, haciendo que termine arrodillado. Ancel giró a un lado y cortó el cuello del escolta. Sus ojos brillaban con ferocidad. Hernán levantó la mirada, enfrentó aquellos ojos dorados ardiendo por la batalla.

—Realmente es un león. —Gruñó el alfa en su último suspiro, con cierta esperanza.

Una vez debilitado, Ethan terminó de acabarlo, cortando su estómago. La sangre del escolta terminó regada en el suelo. Ancel se sintió extraño, ligeramente mareado. Algo retumbaba en su pecho, como un segundo corazón.

—Príncipe ¿se encuentra bien?

El aroma de Ethan estaba lleno de fiereza para el resto, pero para Ancel resultó agradable.

—Sí...¿dónde está Adrien? No sentí su presencia en su habitación. — Preguntó Ancel.

—Cuando el ataque inició, los guardianes oscuros estaban descoordinados. — Contó Ethan. — La guardiana María dijo que era a Han quien le tocaba el turno. También busqué a Adrien en su habitación, pero no estaba. Han tampoco se encontraba en la habitación de escoltas.

Ambos comprendieron, sutilmente, lo que podía significar, pero no podían dejarse arrastrar por los sentimientos.

—No importa que, Ethan, debemos rescatarlos...incluso si...

—Lo sé, príncipe. Todo se puede resolver después, primero hay que encontrarlos.

Intempestivamente, el aroma de Adrien llegó a ellos, pero estaba matizado con el amargo olor del terror. Acompañado de este aroma, Ancel reconoció el asqueroso aroma del príncipe Anton. Giraron, encontrando la terrible imagen de Adrien sollozando, amordazado, siendo arrastrado por uno de los soldados de Anton.

Crónicas de Amor y Guerra [ABO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora