Había llegado el segundo día del calor de Kenshiro, Ancel no había podido salir de la habitación en todo ese tiempo. El instinto del alfa no le permitía permitir que su omega se aleje demasiado de su territorio. Por su parte, el omega podía percibir ese deseo en su mirada, en la fuerza de sus feromonas, por lo que se limitaba a pedir lo que necesitaba a su alfa y a quedarse en la habitación que era el territorio de ambos.
Dada las circunstancias, Daiki no dormía con ellos, pero se lo traían cada vez que no se calmaba por extrañar a su madre. Estaba durmiendo en la habitación de al lado, con sus nanas, sirvientes, bajo una estricta vigilancia de guardianes y escoltas confiables. Adrien y Timothee también supervisaban el trabajo de estos sirvientes de vez en cuando al ser los miembros más cercanos de la manada de Ancel.
El omega se despertó, sintió a su esposo aferrado a él desde atrás. Aun un poco adormilado, se fue alejando de los brazos de su esposo. Se sentó, con los pies colgando de la cama, quería pedir que trajeran a Daiki, extrañaba mucho a su cachorro. Además, deseaba tomar un baño para refrescarse.
Cuando puso sus pies en el suelo, tuvo que acallar un quejido y volver a sentarse. Su constitución como omega era fuerte, por lo que no estaba adolorido, pero si entumecido. Su cuerpo parecía haber olvidado otro movimiento que no fuera el del apareamiento.
—Kenshiro...— gruñó el nombre de su esposo.
El alfa que había permanecido durmiendo feliz por las feromonas de su omega, despertó. Al notar que su esposo no estaba en sus brazos gruñó audiblemente.
—Amor ¿a dónde vas? — Preguntó. Rápidamente sus sentidos reaccionaron, poniéndose alerta. El dragón tomaba aquel nido como su guarida, por lo que sentía que su omega no debía de exponerse a ningún peligro fuera de este.
—Iba a pedir que nos trajeran a Daiki. Lo extraño.
Kenshiro sonrió, calmando su irritación inicial. Se sentó en la cama, aunque sus cabellos eran completamente lacios, en ese momento lo tenía revuelto y enredado, transmitiendo un aire rebelde que caldeó a Ancel.
—Ven aquí, mi amor, no necesitas ir a ningún lado ¿si? Voy a traerlo...y ¿qué más deseas?
—Ken...
—Solo son tres días, consiénteme. — Pidió el alfa.
Suspiró, volviendo a la cama. Su propio instinto parecía querer contentar a su alfa. Incluso aunque se trataba de su celo, el dragón interno hacía que Kenshiro quisiera mimar en todo momento a su omega. Había mandado a traer sus comidas favoritas, le aseaba y arropaba cuando descansaban después del acto y le daba espacio para que acomode su nido. Aun así, podía ver en su mirada que era más una bestia que un ser humano. Le miraba con ternura, pero también con deseo, hambre y dominación, era suyo, eso debía de quedar claro.
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Crónicas de Amor y Guerra [ABO]
RomanceEl príncipe Ancel (omega) celebra un baile por su mayoría de edad, se espera que en tal baile encuentre al alfa ideal para ser su consorte, y así ascender al trono. Sin embargo, un misterioso rufián lo ataca en el jardín llamándolo "mi omega". Ance...