Capítulo 25: Despedidas y promesas

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No podía aceptarlo, no quería aceptarlo y no iba a aceptarlo

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No podía aceptarlo, no quería aceptarlo y no iba a aceptarlo. Se levantó detrás de Ancel, lo atrajo y abrazó contra su cuerpo como si quisiera fusionarlo con su cuerpo y convertirse en uno solo. Resopló con fuerza, deseando absorber todo el dulce aroma de Ancel, como si estuviera a punto de morir por hipotermia y una fuente de calor estuviera cerca. ¿Cómo podría irse de esa forma? Ancel le había mostrado lo dulce que podía ser la vida a su lado ¿cómo tendría paz sabiendo que pudo por fin alcanzar una familia, el amor de verdad? No quería resignarse a la vida solitaria, amarga y sangrienta que tenía su padre.

—Ancel, no sabía lo qué te pasó de niño. Si lo hubiera sabido...

—No creo que puedas culparme por no creerte. —Le soltó casi como una advertencia.

—¿Cómo puedes no creerme?

—No intentes manipularme. —Le replicó. Su cuerpo estaba tenso, imbatible, con una voluntad que sobrepasaba a cualquier omega que debería estar derritiéndose en brazos de su alfa. — ¿Qué me dirás? ¿Me nombrarás todas las veces que me has protegido?

Eso era lo que Ken iba a intentar hacer, no como una forma de presionarlo o recriminarle, pero ante los ojos de Ancel todo parecía ser reprobable.

—No... pero ¿eso no prueba que me importas? — Terminó por decir, su pecho se llenaba de angustia.

Atrajo a Ancel de su rostro, acunándolo, mientras sus dedos acariciaban su piel.

—Me importas, Ancel, no tienes idea de cuánto, si hubiera sabido que te sucedió aquello...

—¿Soy lo más importante en tu vida? — Preguntó, de repente, Ancel, enfocando sus ojos miel directamente en lo suyo.

Era una pregunta difícil. Ancel era a quien amaba, estaba seguro de que no podría sentir lo mismo por nadie más. Sin embargo, todo el peso de su responsabilidad apretaba su garganta imposibilitando responder como debía.

—Lo sabía. —Ancel se libró de su agarre y le dio la espalda.

—Lo eres...— Soltó ante la espalda de Ancel. — Madre y tú son todo lo que tengo...

Le costaba expresar, su cuerpo, su mente habían sido entrenados para no mostrar debilidades. Así que sentía un instinto defensivo que le advertía sobre no revelar sus sentimientos porque esto lo exponía. Lo cual ocasionó que su voz saliera titubeante y poco firme. Era más fácil dominar, tomar, avasallar que abrir su corazón

—No tienes que mentir. — Susurró Ancel en respuesta. —Lo entiendo. Y...no me importaría no ser lo más importante para ti. Es lógico, es natural...pero no soy solo yo. Con todo lo que sucedió, entendí que tienes una responsabilidad que va más allá de lo que yo puedo darte. Y lo mismo sucede desde mi lado...como rey, necesitaré alguien que no tenga compromiso con nadie más, con nada más, que me entregue su vida por completo, se la entregue a Whitehall. O al menos que tenga la libertad de hacerlo, esa persona no eres tú. Nos sacrificarás si es necesario para cumplir tu objetivo.

Crónicas de Amor y Guerra [ABO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora