Capítulo 26: Príncipe heredero imperial.

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La tensión en la Corte de Hannover escalaba cada segundo

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La tensión en la Corte de Hannover escalaba cada segundo. De repente, los aliados de Rouran entre los otros estados vasallos desaparecieron como si nunca hubieran existido. Ya no se oyó ni un murmullo en su defensa. Si la gente de Rouran debía de pagar que fueran solo ellos, nadie quería ser señalado. Lo cual era natural en una de las cortes más agresivas del mundo occidental.

Al darse cuenta que su posición se tambaleaba y que el peligro comenzaba a atacarlos, los miembros del Estado Rouran se agruparon, su propia escolta los rodeó, sintiendo que en cualquier momento serían atacados.

—Príncipe Anton,¿esa omega es tu amante? — Preguntó el asistente del emperador.

La muchacha pelirroja estaba llorando mientras era arrastrada ante toda la corte. Anton apretaba su mano en su espada, pero su tío mantenía su pesada mano en su hombro como un mecanismo de control.

Uno de los guardias de Kenshiro trajo monedas que entregó al asistente del emperador. Eran claramente monedas de Rouran que estaban en posesión de la muchacha.

—¡No soy una espía! Anton, te juro que no lo soy. — Estalló la muchacha al ver el peligro que la rodeaba.

La corte entera estaba incrédula de que una vil esclava, ni siquiera elevada a concubina, se atreviera a llamar a un príncipe imperial por su nombre de pila.

—Puedes examinarla tú mismo, príncipe Anton, si ella es tu omega. — Intervino Kenshiro, con un tono condescendiente que se le brinda a alguien inmaduro. — Es una esclava propia de Rouran que te entregaron como regalo en tu cumpleaños catorce. Una edad crucial, claramente buscando que cayeras en sus redes.

Los ojos azules de Anton parecían querer asesinar a Kenshiro, su mandíbula temblaba.

—Soy un príncipe, no me rebajaré a quitarle los zapatos. — La forma más rápida de comprobar que era una espía era buscar el lunar rojo que todos los espías propios de Rouran poseían.

—Pero, el hermano imperial Anton se rebajó a quitarle otra cosa. —Intervino el príncipe Arno. —Yo te vi de rodillas debajo de sus faldas.

Algunas risitas burlonas crecieron y la mirada hacia Anton dejó de mostrar respeto, como si vieran a un niño menor que el príncipe Arno que había caído ante la seducción de la espía

—Quitenle los zapatos a la esclava y veamos. —La voz poderosa de Alexander, tío de Anton rompió con las burlas. — La esclava fue regalada para que su cuerpo fuera usado por el príncipe. Todos los miembros de la corte tienen esclavos para servirlos en la cama. El príncipe Anton no podría saber las malas intenciones. — Agregó el general Alexander. Su postura seguía siendo segura, pero su mano no se quitó del hombro de su sobrino.

Entonces, los guardias de Kenshiro quitaron los zapatos a la esclava, exponiendo sus pies y talones. Ahí en el dedo gordo estaba el lunar que el asistente del emperador se encargó de comprobar.

Crónicas de Amor y Guerra [ABO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora