Décimo tercer día: ¿Desnudando al ajedrez?

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Goyle aún se seguía regodeando en la magia del aplauso cuando Crabbe subió al escenario junto a él y le besó. Y Greggory disfrutó de su momento. Había conseguido gloria y amor al mismo tiempo. Y la determinación de poder mostrar y presumir ambas cosas en público. Sostuvo el trofeo en alto mientras dejaba que el beso de Vincent lo inundase con amor. Así sabía el éxito.

Cuando se separaron, Greg supo que su momento había pasado, pero se seguía sintiendo en la cima.

—Bueno —dijo Ginny—, creo que ya es hora de pasar a lo siguiente. ¿Qué quieren hacer los vencedores deportivos?

Estaba mirando a Pansy. Seguía evitando la mirada de Harry a toda costa.

—¡Un toro mecánico! —exclamó Harry.

—Nope, yo paso de eso, Potter —se negó la otra ganadora.

—¡Venga! Será divertido. Podemos incluso hacerlo por parejas. Es como montar en escoba, pero en el suelo, ya verás.

Dicho esto, un toro mecánico apareció en mitad del salón. La imagen era, cuanto menos, pintoresca. El salón, decorado como la Madriguera, en conjunto con ese elemento tan muggle y tan ranchero era... una visión original.

—Vamos, Pansy... —le pidió el chico.

Ginny miraba cómo Harry le hablaba a la Slytherin con tanta confianza como ella a sus hermanos. No sabía si sentirse celosa o aliviada. Celosa de que alguien sacase ese lado divertido en Harry. Ese lado desenfadado y liviano. O aliviada de que fuese alguien con quien parecía compartir una relación casi familiar.

Pansy, por su parte, miró a Ron. No muchas horas atrás, el pelirrojo había confesado que se sentiría inseguro con cada chico en el que ella estuviese. Sabía que no debería pedirle permiso. Sabía que, para tener una relación sana, él tendría que confiar en ella. Y, sin embargo, tenía que asegurarse de que él se sentía cómodo. De que no había ningún problema. Y le miró. Él le devolvió la mirada, sonriéndole.

—Venga, atrévete —la animó él.

—Está bien, Potter, pero te prometo que como me haga daño, te golpearé —amenazó Pansy. Después, dirigiéndose a Ron, añadió:—. Y, por cierto, si me vas a dejar con este colgado del Quidditch y el peligro, tú tendrás que ponerte con Draco.

—¿Qué?

—Ya me has oído.

Y los dos pelinegros corrieron de camino al toro mecánico. Harry se puso delante y Pansy se agarró como pudo a su amigo. El toro mecánico empezó a agitarse violentamente y el chico estaba disfrutando el momento de adrenalina. Se soltó una de las manos y gritó de júbilo. Esta actitud se contagió en Pansy, quien también se soltó una mano y se atrevió a saludar.

De pronto, los movimientos del toro eran más bruscos y agresivos, pero los dos seguían en una actitud despreocupada.

Hermione y Ron dieron un paso adelante, preparándose para cualquier posible accidente. Fue entonces cuando la máquina lanzó por los aires a los dos. La peliverde no tardó en sacar la varita y exclamar:

—¡Arresto momentum!

Ese conjuro permitió que sus amigos se detuviesen antes de chocarse inevitablemente con el suelo durante unos instantes. Cuando cayeron, lo hicieron desde centímetros y no se hicieron daño.

—Hermione, eres brillante —comentó Harry, en un aliento.

—¿Están bien los dos? —preguntó ella, ignorando el cumplido.

—Perfectamente, Granger. Eres una genio —respondió Pansy, poniéndose de pie con toda la dignidad que pudo reunir.

—¿Seguro que están bien? —preguntó Ron, colocándose al lado de la Slytherin.

¿Verdad o reto? (HP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora