¿Verdad o reto? (HP)

Décimo sexto día: Santa invisible

La pared les había repartido a cada uno sus posibles víctimas. Eh, ejem, es decir, las personas a las que deberían regalar.

Astoria miró a Goyle, sin tener ni idea de qué le podría regalar. Automáticamente después, miró a Harry y se acercó a él, cogiéndole por el brazo y arrastrándolo a una de las salas.

—Potter, ¿tienes que hacerme el regalo a mí? —preguntó, cuando aún estaba Harry sorprendido.

—¿Eh? No. Vaya, sí que te tomas esto en serio.

—No. ¿Entonces eres persona segura?

—S-supongo.

—Vale. Tengo que pasar tiempo con todo el mundo. Ahora me toca pasar tiempo contigo. Y, además, me vas a ayudar a hacerle el regalo a Goyle.

—¿Qué? ¿Por qué yo? ¿Qué he hecho yo? ¿No sería mejor idea pedirle ayuda a Crabbe?

—Eso sería demasiado obvio. Además, tengo curiosidad por saber qué es lo que has hecho cuando has corrido a encerrarte.

Harry suspiró con pesadez.

—He cumplido mi reto. Pero mira, hasta me vas a venir bien. Me toca regalarle a Neville. No tengo ni idea de qué hacerle.

—Han sido amigos durante seis años, ¿en qué podría ayudarte yo?

—Pues que estos seis años la verdad es que me he centrado más en otros amigos que en Neville.

—Bueno, está bien. Los dos entonces nos beneficiaremos.

—Estupendo entonces. ¿Qué le puedo regalar a Goyle?

—No tengo ni idea. Aunque creo que ya sé qué le haré a Neville.

Astoria levantó las cejas, pareciendo algo juzgona.

—Déjame adivinar. ¿Una planta?

—Eh... pues sí. Pero, ¿por qué lo dices así? —vaciló Harry.

—Porque eso es lo que espera. Todos lo asocian con plantitas.

—Pero si es lo que le gusta. ¿Por qué no hacerlo?

—Porque es aburrido. Debería ser algo más original.

—Ilumíname. ¿Qué le harás a Goyle?

—Aún no lo sé. Pero ir a lo obvio es aburrido. Y algo perezoso.

—Okay, como digas —cedió él—. ¿Me ayudas entonces?

—Uno por uno, supongo —dijo la castaña, encogiéndose de hombros.

***

—Bueno, ¿qué? ¿Lo hacemos juntos? —bromeó Draco, dándole un codazo amistoso a Hermione.

Automáticamente, ella enrojeció de los nervios. No podía hacer el regalo con él. A él era a quien tenía que hacer el regalo.

—Eh... La gracia es que no sepamos a quien nos ha tocado...

—Ay, doña perfecta ya quiere seguir las normas —se burló.

Déjala, Malfoy. 

¿No ves su cara? 

La pobre no sabe mentir.

—Bueno, chicos, da igual —intervino Pansy—. Yo creo que podemos estar solitos una tarde sin que nos pase nada.

Cada uno se retiró a una de las salas o habitaciones del lugar para confeccionar el regalo que debían hacer.