Décimo octavo día: Hinny

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Harry se levantó sin acordarse de mucho. Intentó abrir la puerta, adormilado y se sorprendió cuando no pudo.

—Malfoy, la puerta no funciona —dijo.

—¿Malfoy? —se extrañó una voz femenina.

No. Oh, no. ¿Por qué con ella de todas las personas de la sala? Hubiese preferido cualquier otra persona. Incluido Goyle. ¿Por qué tenía que haber despertado con Ginny? ¿Podía ser peor?

—Mierda —se escapó de entre sus labios.

—Yo también me alegro de verte bien, Harry —replicó ella, enojada y espabilándose de golpe.

—Oh, vamos, no te hagas la ofendida. Las cosas entre nosotros están cada vez peor. Estoy convencido de que tú también querrías estar con literalmente cualquiera que no fuese yo.

—Sí, ya veo que tú estabas deseando pasar todo el día con Malfoy.

Sí. Podía ser peor. Recordó al fin que la pared los obligaba a quedarse todo el día con la persona con la que hubiesen amanecido.

—Si quieres puedo tomarme una poción multijugos para lucir como él —se burló ella.

—Ya, bueno, eso te encantaría también a ti, ¿no? A ti también te parece atractivo Draco.

—¿Cómo que también?

—Ya es prácticamente conocimiento público que Draco me parece guapo. Incluso las cartas lo dicen.

—¿Cómo se siente saber que tu ex ha cogido con tu nuevo crush?

—Ginny, las conversaciones sobre intimidades tienes que tenerlas con Ron, no conmigo. No quiero saberlo. Ni tengo por qué.

—Otro mojigato.

—Uy, debo estar loco por no querer saber qué hace mi exnovia en la cama.

Ginny se cruzó de brazos y resopló. No soportaba estar ni un segundo más con Harry Maldito Potter. Estaba cansada de todo él. De su aspecto, de su voz, de su forma de hablar e incluso de haber sentido algo por él. Sabía que era una fase de la ruptura y sabía que no estaba siendo racional. Pero no soportaría una discusión más sin estallar y arrojarlo por la ventana.

Le esperaba un largo día entonces. Ni siquiera sabía qué podría hacer estando en esa habitación sola. Podía intentar seguir durmiendo y así tener menos tiempo para hablar con él, pero le daba la impresión de que así no funcionarían las cosas.

—¿Sabes lo que pensé la última vez que estuvimos encerrados en esta habitación? —preguntó Harry, intentando enterrar el hacha de guerra.

—¿El qué? —preguntó Ginny. Sabía que en ese entonces habían estado de novios. O algo parecido, creía. Recordaba que habían reído y habían estado besándose.

—Pensé que había aprendido a quererte bien y que me odiaría a mí mismo por meter la pata de nuevo. Pero eso hicimos, ¿no crees? Volvimos a joderla.

—¿Y te odias a ti mismo? —repuso Ginny con incredulidad.

—No, la verdad es que no lo hago.

—Pues ya ves, las personas cambiamos de opinión. Yo tenía miedo de que volvieses a huir y te arrepintieses sobre estar conmigo. Y, ahora, no me podrías dar más igual.

Harry suspiró con pesadez. Sería un día muy muy largo.

***

Consiguieron ignorarse toda la mañana y gran parte de la tarde. Harry liberaba y capturaba la snitch tumbado en la cama y Ginny jugaba a golpear una pelota contra la pared y devolverle los rebotes. Sin embargo, después de algunas horas escuchando constantemente los golpes de la pelota, Harry no pudo evitar intervenir:

¿Verdad o reto? (HP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora