Quinto día: Una tarde agradable

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Después de la intensa visita de las lechuzas, se les había ido casi toda la mañana. 

—¿Cuánto falta para la hora de comer?—preguntó el pelirrojo. 

—¡Tú tienes ensalada!—le picó Ginny. 

—No es suficiente—se quejó su hermano. 

—Lo lamento, calabaza, pero es lo que hay— comentó Pansy. 

Ron puso mala cara, pero decidió callarse. 

—Bueno, no es mala idea ir empezando a preparar la comida—sugirió Harry. —Yo puedo ayudar.

—Te ayudo—ofreció la rubia. Necesitaba tiempo a solas con su mejor amigo, y sabía que nadie más se ofrecería a hacer la comida. 

En unos minutos, todos habían encontrado algo que hacer. 

Draco se encerró en la habitación que compartía con Hermione y aprovechó su momento de soledad para responder aquella carta que tanto le había llegado.  Cogió una pluma y trozo de pergamino que estaba tirado por el suelo. Seguramente se caería de la maleta de Hermione.

"Hola... Bueno, no sé muy bien cómo empezar una carta como esta. No creo que lo mejor sea empezar con un «Estimada receptora». Tampoco me apetece empezar con la típica broma de «Así que me observas...». Así que empezaré tal y como tú empezaste tu carta. Directamente.

En tu carta me preguntabas que cómo lo soporto. Bueno, la respuesta es fácil. Desde niño estoy acostumbrado a vivir de las apariencias. Llamo «amigos» a personas a las que apenas conozco. Y me rodeo de ellas, tan falsamente que parece absurdo. Normalmente, solo soy yo, hablando de idioteces que ni siquiera yo sé de dónde salen y una pandilla de imbéciles dispuestos a escuchar cada palabra que sale por mi boca. Llamo «traidores» a personas que ni siquiera me he dignado a conocer. Personas que, probablemente, sean de las mejores que existen. Cuántas veces habré llamado «traidores a la sangre» a aquellas personas que, simplemente, acogían a otras, como debían hacer. Patético. Incluso yo sé que lo es. 

No sé por qué estoy escribiéndote siquiera. Probablemente porque esto lleva demasiado tiempo en mi cabeza, y es mucho más cómodo contar tus problemas a alguien anónimo. Creo que el hecho de llegar a esta habitación me está cambiando. Bueno, no internamente, pero sí la relación que trato de mantener con los demás. De veras estoy intentando ser más amable y ser mejor persona. Solo que es difícil para mí. Me crié en una familia realmente fría. Casi parecía que la casa se dividiese en tres casas. Rara era la vez que coincidía con mis padres en una habitación de la inmensa mansión. Las únicas veces que los veía era porque los elfos me avisaban de su parte. 

No es cuestión de contarte toda mi vida en una carta. Y supongo que tampoco tengo que darte explicaciones por mi comportamiento. Pero, como he dicho, es más fácil decir lo que pasa por tu mente a alguien a quien no conoces. Lo que quería decir con esta carta era, principalmente, gracias. Gracias por tu carta y por tu apoyo y por tus consejos. Intentaré rodearme de un círculo de verdaderas amistades. Aunque para decidirlo, tendré que conocer a quiénes no lo hice en su momento, ¿no crees?

DM"

El rubio se alegró al poner punto y final en la carta. La releyó mil veces, tratando de averiguar si había algo que debía cambiar, algo que sonaba estúpido o cualquier cosa que no encajase. Tras un largo rato, se autoconvenció de que estaba bien. Solo era él expresando sus sentimientos y pensamientos. No era un ejercicio en el que hubiese una solución adecuada y las demás estaban equivocadas. 

El Slytherin buscó a la lechuza blanca y canela. Estaba apoyada en el alféizar de la ventana. Era la única que quedaba ya. Y seguía tranquilamente, mirando a Draco con sus grandes ojos. El chico se acercó con cautela al ave y posó el pergamino (ya enrollado) en una de sus patas. En cuanto notó el tacto, la lechuza alzó el vuelo, con la carta sujeta y miró a Malfoy por última vez, como si se despidiese. 

¿Verdad o reto? (HP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora