Décimo primer día: Menos hablar y más muakmuak

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Hermione se despertó. Cuando empezó a ser consciente de sí misma, se dio cuenta de que tenía su cabeza apoyada en el pecho de Ron. Se levantó de inmediato y se acomodó el pelo. Ron estaba completamente estirado en el suelo con los brazos detrás de la cabeza, sirviéndole de almohada. La castaña miró a su amigo unos segundos.

—Que no se te caiga la baba, Herms —escuchó a Ginny decir desde otro punto de la habitación. La pelirroja la miraba entrando desde la cocina con una taza en la mano.

—Sabes que no. Ya he dejado ese tema.

—Como si pudieses controlarlo —comentó su amiga, riendo.

Hermione se desperezó y comenzó a mirar a su alrededor. En la sala solo seguían durmiendo Ron, Neville y Astoria. No había ni rastro del resto.

—Los demás estamos en la cocina. Ha sido divertido ver cómo Goyle se peleaba con la cafetera antes de que Harry nos explicase a todos cómo funcionaba.

Hermione estaba riendo cuando los demás empezaron a volver. Vincent cargaba con tres tazas a duras penas, mientras se dirigía a Neville y Astoria.

—¡Tortolitos! ¡Despierten! —exclamó Goyle.

Neville emitió un gruñido, y fue entonces cuando Greggory invocó aguamenti y un chorro de agua cayó en el pobre Gryffindor. Y, bueno, también salpicó a Astoria.

Buena esa, gorila.

Es lo que yo haría.

Si tuviese manos.

Cuando Neville y Astoria se pusieron en pie, Crabbe les ofreció una taza a cada uno. Ambos la aceptaron de buen grado, aunque tenían cara de no haber dormido en mucho tiempo.

Hermione iba a ponerse en pie cuando Draco le tendió a ella también una taza.

—Gracias —murmuró ella. Él asintió como respuesta y se sentó a su lado.

Ron no tardó mucho en empezar a bostezar y abrir los ojos.

—Buenos días, calabaza con patas —canturreó Pansy—. ¿No sientes la libertad de no despertarte con llantos de bebé?

—Bastante, la verdad... —dijo él, aún con los labios pegados.— ¿Por qué soy el único que no tiene desayuno?

—Haberte despertado antes, amigo —dijo Harry, terminando su café.

—Venga, Ronnie, levanta el culo y prepárate el desayuno —animó su hermana—. Eso sí, yo no me pierdo cómo intentas hacer funcionar la cafetera.

Ya basta de tanto lloriqueo.

Empecemos con los juegos.

—¿Ya estamos? —preguntó con cansancio Ginny.— Siempre es lo mismo.

—¡Y ni siquiera me dio tiempo a desayunar! —protestó su hermano.

Dije que dejen de lloriquear.

¿Qué problema tienen con mis retos?

Desde ayer, la pequeña comadreja parece tener problemas conmigo.

¿Estás segura de querer desafiarme?

—No es un desafío. Llevamos ya once días aquí metidos. Ya cansa que siempre sea la misma dinámica.

Nada de réplicas.

Harán lo que les diga.

Como buenos súbditos que son.

—¡No somos...!

—Tampoco tenemos nada mejor que hacer —la interrumpió Goyle, encogiéndose de hombros.

¿Verdad o reto? (HP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora