Décimo quinto día: Resolviendo otro triángulo amoroso

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Cuando Harry se despertó, no abrió los ojos inmediatamente. De hecho, lo primero que notó no fue la claridad de la luz, sino un brazo alrededor de su cintura. En un principio, estaba demasiado cansado como para prestar atención a ese detalle, pero, de repente, recordó que estaba compartiendo habitación con Draco y abrió los ojos sobresaltado.

Se dio la vuelta con cuidado para comprobarlo. En efecto, el rubio descansaba plácidamente a su lado y lo rodeaba con un brazo. Su expresión parecía relajada y angelical, pero Harry sabía que solo era en apariencia. Malfoy no tenía nada de angelical.

Salió de la cama, intentando tener cuidado de no despertar a su compañero. El Slytherin murmuró algo incomprensible cuando Harry le apartó el brazo, pero no pareció despertarse hasta que el azabache ya estaba saliendo por la puerta. Harry cerró la puerta tras él antes de comprobar si el Slytherin iba a levantarse.

Al salir, Hermione y Pansy desayunaban en silencio. Pero ahí estaba la Hermione original. Aquella que había conocido hacía seis años. Con su cabello castaño revuelto y desordenado. Ella miraba el fondo de su taza, como si se estuviese perdiendo en los posos, tal y como Trelawney les instaba a hacer. Pansy, por otra parte, dirigía sus ojos distraídos a la ventana. La azabache estaba encogida en el alféizar de la ventana.

—Buenos días, chicas —saludó él. 

Automáticamente, Pansy se giró hacia él y le dirigió una sonrisa amable. Parecía tranquila y calmada. No recordaba haberla visto con tanta serenidad. Hermione, en cambio, no parecía haber escuchado. Ahora que prestaba más atención, Harry se daba cuenta de que la castaña estaba moviendo los dedos de forma nerviosa alrededor del asa.

—¿Descansaron? —preguntó el Gryffindor, tomando asiento junto a su mejor amiga.

Hermione pareció darse cuenta de repente de la presencia del joven.

—Sí, sí —respondió, volviendo en sí.

—Sin duda, el castaño es tu color —comentó él. Hermione le sonrió, aunque parecía cansada.

—Gracias —murmuró.

Pansy, por su parte, volvió a mirar por la ventana. Sabía que ese momento no le pertenecía. No debería estar ahí y debería dejarles un espacio de intimidad y privacidad. Pero no quería hacer ruido y desviar la atención, así que prefirió abstraer su mente y no prestar atención a la conversación susurrada entre los dos Gryffindors.

Se imaginaba a sí misma saliendo de esos muros y volviendo a retomar su vida. Aunque... sería una vida muy distinta. Se alejaría un poco de la pandilla de Draco. No creía que fuese bueno para ella seguir enganchada en ese grupo. Seguir a Draco indudablemente y permanecer cerca de él. No solo se había hartado de sus actitudes hacia ella durante años, sino que la sala también estaba quemando los únicos aspectos salvables de su amistad.

Pero, al menos, tendría a Astoria al salir de allí. Y a Harry. Estaba deseando atraer todas las miradas del Gran Comedor cuando se levantase de la mesa de Slytherin para sentarse junto a los Gryffindors. Sabía exactamente lo que haría. Obligaría a Astoria a acompañarla y que ella se sentase junto a Nev. Y ella misma se sentaría entre Harry y Ron. Besaría al pelirrojo en la mejilla. O quizás en el cuello. Se imaginaba a su calabaza enrojecer. Y sonrió. Podía sentir todas las miradas y atención sobre ellos. Eso solo provocaría que el pelirrojo se sonrojase aún más. Y ella adoraba ver esas mejillas arder. Y también adoraba esa atención. Hacía demasiado tiempo que no estaba tan rodeada de personas.

Un beso en el pelo la sacó de su ensimismamiento. Cuando se giró, vio al pelirrojo junto a ella, aún con legañas en los ojos y el pijama arrugado. No pudo evitar agrandar la sonrisa.

¿Verdad o reto? (HP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora