Cuarto día: Cuarta noche

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Una vez anunciados los nombres de quiénes debían dormir juntos, los diez magos corrieron hacia la habitación. Como habían sospechado, la sala se las había ingeniado para preparar la sala para parejas. En lugar de la amplia sala donde habían despertado aquella misma mañana (salvo Draco, que había despertado en el armario), había cinco pequeñas, separadas por grandes cortinas densas. 

La pareja de rubios (Draco y Hermione) se metió en el primer mini-dormitorio. Por un lado, era obvio que el chico había empezado a desarrollar cierta atracción por Hermione. Y, podía ser, que ella empezase a tener ciertos sentimientos hacia él. Sin embargo, seguía existiendo todo el rencor, todos los insultos y todo el pasado que no era tan fácil de borrar. Para ambos jóvenes, era bastante incómodo ser pareja de alguien con quien habías compartido tanto odio. Malfoy había herido a Granger en más de una ocasión, y en más de siete. Por su parte, la Gryffindor también había humillado al chico (intelectualmente hablando) delante de sus seguidores como un acto de defensa. Y cualquier cosa que atentase contra su orgullo, era un delito para el Slytherin. 

Cada uno se situó en un extremo de la cama, completamente al borde. 

—No me puedo creer que esté durmiendo con la sangre sucia—masculló Draco para sí. Con ese comentario pretendía autoconvencerse de las miles de razones que tenía para odiarla y para no querer acercarse a ella. En cambio, cuando la chica lo escuchó solo pudo pensar en que era otro insulto hacia su persona. 

—Ya, bueno, pues te vas a tener que acostumbrar. Vamos a tener que comportarnos como una parejita feliz, y no creas que me estoy muriendo de ganas. Creeme, te tengo tanto asco a ti como tú a mí. 

"Entonces nos estamos complicando las cosas a nosotros mismos", pensó el chico. 

—En ese caso, todo arreglado. Mira, quiero mantener mi orgullo intacto, así que voy a aceptar el reto, pero que te conste que esto no me gusta. 

—¿Ah, sí? Y todo ese rollo de que sentías lo que me decíais, que yo me lo merecía y que era inteligente. 

—¿Cuándo dije yo semejante mentira?

—En uno de los retos de esta noche. Cuando nos teníamos que confesar algo...

—¿Después de cuántas bebidas?

Menos mal que ella no le podía ver la cara. Estaba sonrojado por el miedo a que se le notase en la voz que no lo decía en serio. 

La rubia calló. Menos mal que él tampoco le podía ver la cara. Tenía los ojos cerrados con fuerza para retener las lágrimas. ¿Cómo le podía doler tanto ese comentario? Estaba acostumbrada a los insultos de los sangre pura. Sin embargo, esta vez se sentía diferente. De veras que había creído que él se arrepentía. "Pobre ilusa", se dijo. 

Tras unos instantes se levantó de la cama. Draco pensó en retenerla, pero ni siquiera lo intentó. ¿Para qué? Realmente ella no querría estar con él por mucho tiempo. Retenerla solo serviría para reforzar lo que él ya sentía por ella. A la larga, eso le acabaría rompiendo el corazón. 

En la habitación contigua, Neville y Astoria permanecían en silencio tumbados en la cama boca arriba. 

—¡Qué día tan loco!—suspiró la castaña. Neville asintió con la cabeza. 

Ambos se sumieron en el silencio de nuevo. Era una sensación extraña. Ninguno de los dos sabía qué decir o cómo se sentían. Sin embargo, sabían perfectamente que era agradable para ambos estar allí simplemente tumbados uno junto al otro. 

Sin darse cuenta, sus manos se encontraron una vez más. Al sentir el contacto de la piel del otro no pudieron evitar mirarse. 

—No me lo puedo creer—murmuró él casi para sus adentros. 

¿Verdad o reto? (HP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora