Porsche los mira juntos y su primer impulso es ponerse a gritar. Kim no le gusta, nunca a va a gustarle y nadie puede obligarlo a cambiar de opinión.
Sin embargo, es evidente que su opinión al respecto de Kim no cambiará el hecho de que ese chico serio y molesto es el prometido de su hermanito, ni mucho menos la certeza de que Porchay es más feliz desde que Kim y él comparten un amor como el que parece unirlos ahora mismo.
Porsche detiene su paseo por los pasillos de la mansión Theerapanyakul y se queda quieto mientras los mira reír en el jardín principal. Los dos son tan jóvenes y tan llenos de sueños y posibilidades para el futuro que compartieran. Kinn dice que Kim sonríe más desde que Chay llegó a su vida y Porsche puede entender por qué.
Desde pequeño, Porchay siempre fue un sol lleno de luz que iluminaba cualquiera lugar. Porchay es dulce, divertido y su corazón es enorme. Además, su hermanito es completamente guapo y Kim sería estúpido de verdad si no se hubiera enamorado de él. Porsche sabe que Porchay es parte de lo mejor que hay en su vida y todas esas cosas maravillosas que hay en Chay poco tienen que ver con él.
Porsche espera que Kim, ese maldito Kim que ahora mismo sostiene la mano de Chay y seguramente le cuenta cosas idiotas que hacen reír a su hermano con una brillante alegría que compite con el sol de la tarde, sepa lo afortunado que es porque Chay ama de forma profunda y sin condiciones.
Y quizá Kim lo sepa, piensa Porsche. Quizá Kim sepa lo afortunado que es porque cuando mira a Porchay, los ojos de Kim se llenan de amor, un amor ardiente e inconmensurable que arde en sus pupilas sin que nadie pueda ponerlo en duda. Porsche sabe que Kim mataría por Porchay y que también moriría por él. Sin embargo, las manos de Kim tocan a Porchay con sumo cuidado, con suavidad y adoracion. Kim ama a Porchay de un modo especial, por como lo mira, es obvio que Kim no amará a nadie más que a Chay en esta y en al menos mil vidas más.
Porsche sonríe en contra de su voluntad porque a pesar de todo, la felicidad de Chay es todo lo que le importa y si esa felicidad está en los brazos del hermano menor de Kinn, ¿quién es él para contradecir al destino? Kim y Chay estaban destinados a estar juntos, quizá, del mismo modo en el que lo estaban él y Kinn.
—Deja de espiarlos— dice una voz dulce detrás de él y Porsche no puede evitar que su propio corazón se llene de amor cuando los brazos de Kinn rodean su cintura.
—No estoy espiando a nadie, se llama vigilancia. Yo sí soy un buen hermano mayor— dice Porsche y Kinn lo mira con un dejo de vergüenza.
—Yo no, esa es la razón por la que Kim prefiere a Khun— dice Kinn con algo de tristeza—. Pero estoy intentando compensarlo ¿sabes? Kim y yo estamos progresando bastante en nuestra relación. Me alegra que me haya dejado ayudarlo con los preparativos de la boda.
—Ugh, no menciones esa boda— dice Porsche con un espanto fingido porque bueno, la verdad es que le hace ilusión ver a Chay en un altar aunque jamás lo dirá porque tiene un papel que cumplir.
—Vamos, ¿aún no perdonas a Kim por robarte a tu hermanito?— pregunta Kinn con un dejo de diversión.
—Jamás— dice Porsche riendo divertido—. Por cierto, ¿qué vamos a regalarles? Mi hermano merece lo mejor y aunque me cueste admitirlo, el tuyo también. Lo odio pero mira, sólo él puede hacer que Chay sonría de ese modo.
Kinn dice que ya tendrán tiempo para pensar en el mejor de los regalos para los futuros esposos quienes ahora mismo siguen riendo mientras Chay hace brillar su anillo de compromiso bajo los rayos del sol. Kinn suspira y deja que su corazón se llene de amor porque, aunque sea extraño para el clan Theerapanyakul, ahora la enorme mansión que antaño estuvo llena de intrigas y toda clase de actos perniciosos, ahora está llena de amor. Kinn está feliz por su hermano pequeño y en realidad, siempre bendecirá la existencia de Porchay porque él fue quien hizo que el corazón de Kim recordara que es humano y que puede amar con intensidad.
—Vamonos de aquí antes de que empiecen a besarse como si no hubiera mañana— dice Porsche apartando sus ojos de Kim y Porchay quienes, en efecto, están besándose como si no hubiera mañana.
—¿Quieres venir a nuestra habitación a hacer lo mismo?— pregunta Kinn con una sonrisa traviesa.
—¿No tienes que trabajar hoy, gran jefe?— pregunta Porsche de forma coqueta.
—Soy el gran jefe, puedo hacer lo que quiera, ¿y tú, jefe de la segunda familia?
Por toda respuesta, Porsche ríe y lo toma de la mano con rumbo a su habitación donde ambos harán uso de las ventajas de ser las personas al mando de las familias mientras que en el jardín, Kim y Porchay se pierden en uno de esos besos suyos donde nada más que los labios del otro tiene sentido.
ESTÁS LEYENDO
KimChay Moments
FanfictionEscritos cortos llenos de amor y cosas dulces para sanar nuestro corazón después del final desgarrador de Kim y Chay en el canon.