70: Pusiste tus brazos alrededor de mí y encontré mi hogar.

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Kim no sabe lo que está haciendo, de hecho no sabe por qué lo está haciendo

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Kim no sabe lo que está haciendo, de hecho no sabe por qué lo está haciendo.

Porchay está en sus brazos y por un momento el mundo a su alrededor parece perfecto, incluso más brillante.

Kim nunca se había sentido tan vivo en toda su vida. Se siente invencible y poderoso y no tiene que ver con ninguna de las cosas que dijo su padre. No es poderoso por las cosas que tiene, todas esas cosas que la gente envidia. No es poderoso porque es hijo de un jefe de la mafia. No: es poderoso porque Porchay está ahí en sus brazos. Es poderoso porque lo ha besado y oh, ese beso lo está llevando a las alturas

Y Kim sabe que es un error pero no puede dejar ir a Porchay, eso es imposible.

No puede fingir que no lo necesita, ya no.

No puede contarse la misma mentira que se cuenta a sí mismo por la noche cuando jura una y otra vez que es hora de olvidarse de Porchay.

No puede negar que está estúpidamente enamorado, no puede negar que después de todo, tiene un corazón y parece funcionar correctamente cuando Chay está cerca. Kim ha descubierto que tiene la capacidad y el deseo de amar a alguien y eso es aterrador. Se está muriendo por dentro. Está indefenso. Está condenado.

Nunca se ha sentido así, como si todas las paredes de su corazón se hubieran derrumbado. Todos sus límites han sido borrados y destruidos por un beso de ese chico que ahora mismo lo abrazaba fuerte.

Porchay no quiere dejarlo ir y Kim tampoco quiere que lo suelte.

Porchay le está pidiendo que se quede ahí y que se joda el mundo y Kim se quiere quedar, nunca ha querido algo con tanta fuerza. Pero se siente como un ladrón. Le ha robado su primer beso a Chay y eso un crimen. Kim sabe muy bien que un beso de Chay es algo precioso, casi sagrado. Porchay es luz y calor y vida. Porchay es todo lo que él no es y oh dios, ¿por qué se sintió tan bien besarlo?

Pero a Porchay le gusta él, el chico lo ha dicho. Porchay fue valiente por él y Kim se odia a sí mismo porque sabe que es un cobarde cuando se trata de escuchar a su propio corazón, un corazón que ya se ha abierto de par en par para dejar entrar a Porchay e invadir todo dentro de él.

—No puedo respirar— dice Kim porque sí y Chay lo suelta y no, no, eso no es correcto.

Y Porchay está allí, sus mejillas sonrosadas y los ojos llenos de amor en ciernes. Y sería fácil, tan fácil saltar al vacío. Sería tan fácil volver a besarlo y robar el segundo, el tercero, el enésimo beso de los labios de Porchay.

Sin embargo, Kim es un cobarde.

Pero Porchay no lo es.

Entonces Chay vuelve a reír y lo toma entre sus brazos y sí, sí, sí, todo su cuerpo le ruega a Kim que se quede.

Y sí, está condenado, indefenso y muriendo por dentro pero al mismo tiempo está en un lugar mejor. Los brazos de Porchay lo están protegiendo y oh, eso es nuevo. Ese calor no le es familiar pero sabe que ha encontrado un lugar para dejar que su corazón lata y cante, es como llegar a casa después de un día largo y agotador.

Si eso es.

Está en brazos de Porchay. Kim ha encontrado su hogar.

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