158: Cantar una canción para dormir (Día 16)

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Llora

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Llora.

Mis ojos se abren de forma instantánea cuando la escucho llorar. No pasan más de diez segundos y me encuentro listo para echarme a correr en dirección a su cuna que se encuentra del otro lado de la habitación. Es la quinta vez que se despierta en la noche y una sonrisa cansada se dibuja en mis labios. Bueno, nadie dijo que ser padre era sencillo ¿verdad? En estos dos días he dormido menos de lo que recuerdo haber dormido en mi vida, pero no importa. Namphueng llora y tengo que levantarme a calmar ese llanto.

—Voy yo— dice Kim hablándome con voz adormilada—. Tú te has levantado las últimas dos veces.

—Duérmete— le digo, deteniendo en seco su intención de levantarse—. Está bien, me gusta hacerlo. Seguro tiene hambre otra vez, ¿qué hora es?

—Las cuatro— dice Kim pestañeando cuando mira el reloj de la pared—. Tienes razón, debe tener hambre.

—¿Lo ves?— le digo a él con una sonrisa feliz—. Nada de qué preocuparse. Voy a darle su biberón, no te preocupes. Descansa, si no vas a tener que preocuparte por las ojeras en la fiesta de mañana y sé que le dijiste a Khun que no permitirías que nadie te tome fotos así.

—Solo estaba bromeando, ángel— dice él riendo y bostezando después—. Anda, ve con Namphueng, pero regresa rápido a la cama.

—Sí, señor— le digo, besando sus labios—. Duérmete.

Kim sonríe antes de volver a cerrar los ojos. Yo lo miro un momento más y estirándome en el camino, me dirijo a la cuna de Namphueng, colocada cerca de la puerta de la entrada de nuestra habitación. Me opuse terminantemente a que mi hija durmiera en el cuarto que le corresponde dentro de esta enorme casa, ya podremos dárselo después.

Su llanto es lo único que se oye en el silencio de la casa, sé que nadie más lo escucha, aunque toda la familia está ahora en la mansión principal. Tomo una de las mamilas de la mesita y me apresuro a llegar a Namphueng quien llora con verdadero pesar y me maravilla una vez más que esa pequeña niña sea mi hija.

La tomo entre mis brazos sin poder soportarlo más y ella parece calmarse un poco. La oigo suspirar e hipar ahora y con una sonrisa enorme me digo que ya debe conocerme. Ella sabe quién soy yo ¿verdad? Sé que no me dirá "papá" sino dentro de muchos meses, pero sé que ella ya debe saberlo: que tiene a los dos padres más amorosos del universo.

—¿Qué sucede, Namphueng?— le digo con voz dulce— ¿No fue suficiente con la última comida? Vaya que heredaste el apetito de tu tío Kinn, él es capaz de devorar una pizza familiar completa.

Namphueng deja de llorar y posa sus pequeños ojitos en mí. Sí, es una bebé de dos meses de nacida, pero sus ojos son sumamente expresivos y brillantes como los ojos de su padre.

—Tú también tienes ojos llenos de estrellas— le digo al tiempo que me siento con ella en la mecedora que pusimos cerca de la ventana—. Tus ojos van a ser tan hermosos como los de papá Kim, ¿Sabes cuánto amo los ojos de papá? Mucho Namphueng, mucho.

KimChay MomentsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora