79: No sabía que me moría de hambre hasta que probé de ti...

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Chay estaba pasando sus dedos perezosamente por la tela de su sillón favorito mientras sus ojos vagaban lentamente sobre la piel desnuda del torso de Kim

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Chay estaba pasando sus dedos perezosamente por la tela de su sillón favorito mientras sus ojos vagaban lentamente sobre la piel desnuda del torso de Kim. Kim estaba ejercitándose frente a él con una exhibición de movimientos sensuales que Kim llamaba yoga, pero que Chay pensaba era más bien como una tortura lenta. A Kim nunca le habían gustado los métodos de entrenamiento de los guardaespaldas pero una de sus actividades favoritas era hacer esos movimientos imposibles con su hermoso y bien formado cuerpo.

Chay sintió que la temperatura en la habitación había subido por lo menos diez grados, su cuerpo se sentía caliente, agitado; el chico estaba tentado de levantarse y abrazar a Kim. Abrazarlo y no soltarlo hasta que su novio se diera la vuelta en sus brazos, no soltarlo hasta que los brazos de Kim lo rodearan y entonces pudiera besarlo, besarlo simplemente porque podía besarlo y porque entre todos los mortales del mundo, él era el único hombre que Kim quería a su lado.

Las mejillas de Chay se sonrojaron un poco ante los pensamientos que se deslizaban por su mente, pensamientos que le recordaban ese viaje alrededor del mundo en el que él y Kim habían descubierto mil formas de amarse, mil formas de tocarse y besarse y volverse locos. Chay pensó que ambos tenían un catálogo completo sobre el arte de amar con sus cuerpos. Chay había aprendido de la mano de aquel hombre maravilloso que en ese mismo momento le estaba provocando un infarto con el movimiento de sus caderas, con los círculos que esas manos dibujaban en el aire haciendo que el chico deseara que esas manos por fin se posaran sobre su piel porque su cuerpo tenía hambre de él. Quería a Kim, Chay quería perderse en él una vez más, mil veces más. Chay se estaba muriendo de hambre.

—Porchay...— dijo Kim de repente, enviando un escalofrío por la espalda del chico cuando escuchó la cálida y aterciopelada resonancia de su nombre en los labios de Kim— ¿Te importa si pongo algo de música?

—No...— dijo Chay tratando de que su novio no notara el temblor en su voz.

Kim lo estaba mirando ahora, tan fijamente que sus pupilas parecían atravesarlo como si Kim supiera exactamente lo que estaba pensando, como si Kim sintiera esa hambre dentro de él, como si Kim se sintiera complacido y provocado por esa necesidad en los ojos de Chay. Pero para Chay era más que necesidad, ese fuerte deseo lo estaba devorando por dentro, era crudo e intenso. Chay deseaba que Kim dejara de jugar y se acercara a él de una vez por todas.

Kim sonrió como si hubiera entendido todo lo que había pasado por la mente de Chay en esos segundos en los que sus miradas se habían encontrado y en vez de acercarse a Chay como el chico quería, el chico encendió el parlante de la habitación y puso una sensual canción. Y era el tipo de canción que encajaba perfectamente con su personalidad misteriosa y encantadora. Esa canción haría que Chay quisiera más mientras el cuerpo de Kim se movía de nuevo al ritmo de la melodía y sus ojos. Chay sintió que se le secaba la boca y el hambre creció exponencialmente dentro de él.

Cuando terminó la canción, Chay no pudo más, así que simplemente se levantó de la silla y se acercó lentamente a Kim, sintiendo en sus pies la alegría del cazador que sabe que la presa se le entregará sin resistencia y aunque la sonrisa de Kim seguía siendo traviesa y provocadora, esa mirada intensa que Chay le había compartido mientras bailaba, lo había excitado de una manera inhumana haciéndole ver que realmente necesitaba a Chay para romper la distancia entre ellos.

Kim quería que esos brazos fuertes que podían sostener tan bien una guitarra pudieran abrazarlo y tocarlo como si fuera una canción de amor. Porque Chay era puro fuego, porque Chay había aprendido de la pasión con él y Kim no podía evitar sentirse feliz de que su alumno hubiera superado con creces las lecciones del tutor. Pero por encima de todo esto, por encima del ardiente deseo que ardía en las pupilas de Chay, Kim pudo ver un enorme amor que rayaba en la más sincera adoración y el corazón de Kim pareció dar un vuelco porque de repente comprendió que no sólo era querido o necesitado, no.

Hombres y mujeres lo habían querido antes que Chay, y sin embargo ninguno lo había mirado así, ninguno le había gritado amor con la mirada.

Kim suspiró cuando el cuerpo de Chay chocó contra el suyo. Fue un impacto suave, el impacto de dos estrellas que no buscaban la destrucción sino la fusión, la unión. Chay suspiró aliviado al sentir el cuerpo de Kim cerca del suyo, esa cercanía aumentaba el hambre pero también la detenía, eso era una hermosa contradicción y por eso, el joven dejó que sus manos se posaran en el rostro de Kim y su novio cerró los ojos y dejó que los dedos largos y delgados de Chay se deslizan por sus mejillas, sus labios, su cuello, su espalda....

—Porchay...— dijo Kim, sintiendo las manos de Chay deslizarse por sus costados y quedarse quietas en sus caderas, esas manos lo sujetaban con fuerza como si Chay nunca quisiera dejarlo ir y eso le parecía perfecto a Kim, él también quería quedarse ahí por el resto de su vida.

—Se acabó el tiempo para el yoga, P'Kim— dijo el chico con la voz firme de un líder nato sobre los labios de Kim.

—Necesito hacer ejercicio, ese viaje alrededor del mundo me dejó ver lo mal que está mi estado físico y no quiero que Khun me obligue a ir al gimnasio, las rutinas de los guardaespaldas no son mi estilo— dijo Kim, cuyo cuerpo comenzaba a preguntarle por qué diablos seguía hablando en lugar de besar a Chay y olvidarse del mundo entero con él.

—Conozco una mejor manera de hacer ejercicio— dijo Chay con una sonrisa pícara que hizo dudar a Kim de que ese fuera su Chay, su tímido y siempre dulce Chay.

—¿De verdad? ¿Quieres ejercitarte conmigo? Vaya, alguien aprende rápido—dijo Kim riéndose alegremente—. Alguien definitivamente sabe muy bien lo que quiere ahora.

—Tengo el mejor maestro. Fuiste un buen tutor de guitarra pero me has enseñado otras cosas mejor y ahora cállate y bésame, profesor Theerapanyakul— dijo el joven y sin esperar un segundo más, Chay besó a Kim sintiendo que el hambre que ardía dentro de él se calmaba un poco, solo un poco...

KimChay MomentsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora