133: Siempre mío, siempre tuyo, siempre nuestro.

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NDA: Alerta de mucho texto y aún más cursilería. Imaginemos que Tailandia ha dejado de estar en la edad media y que de verdad pude casar a Kim y a Chay allá. También imaginemos esto como una boda occidental para no entrar en controversias culturales. Y también imaginemos que Kim y Chay están cantando una versión dulce y feliz de Why Don't You Stay. Ojalá les guste este capítulo :3 

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Los sueños que se cumplen, aquellos que siempre parecen ser más un engaño de la mente que otra cosa, ese tipo de sueño que uno mira como si fuera parte de una película, era lo que aquellos dos muchachos vestidos con sus trajes oscuros de bodas, es...

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Los sueños que se cumplen, aquellos que siempre parecen ser más un engaño de la mente que otra cosa, ese tipo de sueño que uno mira como si fuera parte de una película, era lo que aquellos dos muchachos vestidos con sus trajes oscuros de bodas, estaban viviendo a pesar de que algo muy dentro de ellos aún se negaba a admitir que fuera real.

Y es que la mente humana no está acostumbrada a la felicidad, en el constante ir y venir del mundo, el corazón de los hombres tiende a aprender a tener miedo, teme amar, teme entregarse. Pero en los ojos de Kim que miraban el lento caminar de Porchay quien llevaba flores en sus manos y estaba siendo acompañado por su hermano mayor, en esas pupilas no había miedo.

Alguien dijo alguna vez que toda cobardía venía de no amar, pero aquellos dos chicos amaban mucho, como los humanos no están acostumbrados a hacerlo, amaban tanto que sus corazones parecían estar hechos de música. De esa música cálida que inundaba el jardín donde las familias y amigos de los dos estaban reunidos; de la música de la primavera que llenaba de perfume el jardín de la Mansión Theerapanyakul donde antes de ellos, tantas otras parejas habían unido sus vidas. La diferencia, quizá, era que Chay y Kim habían decidido unir sus vidas por amor, sin que reinara entre ellos otro interés más que el de estar juntos todos los días de su vida, despertando uno al lado del otro, sonriéndose mutuamente como lo hacían ahora porque tenían tantos días por vivir aún porque el infinito estaba ahí al alcance de la mano.

Tan cerca, que les parecía estar viviendo con el mismo corazón, tan cerca, que cada latido no era más que otro acorde de la canción que estaba sonando. Esa melodía suave y dulce que los dos habían creado y que destinada a unir sus caminos para siempre, esa melodía a la que Chay unió su voz haciendo que Kim sonriera como si hasta ese entonces no hubiera escuchado nada más bello que aquella canción que venía de la estrella más lejana del universo y que traía a las vidas fugaces de los seres humanos un poquito de eternidad.

Chay sonrió cuando su voz se desvaneció en el aire, cargada de amor y del perfume de las rosas que colgaban sobre su cabeza como si las flores del jardín de Tankhun no hubieran sido suficientes. Por fin había llegado al lado de Kim y su hermano mayor puso la mano de Kim entre la suya dedicándole a éste una significativa mirada que quería decir que con ese pequeño acto, Porsche dejaba en las manos de un solo hombre la felicidad de su hermano menor, de aquel chico que tanto había sufrido y que había amado a Kimhan Theerapanyakul desde la primera vez que lo había escuchado cantar.

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