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Chay estaba durmiendo a su lado.
Otra vez.
La primera vez ha sido un error pero esa vez, había decidido quedarse en casa de Chay a propósito. Ambos habían estado cansados después de pasar todo el día practicando en el estudio de Kim. Se acercaba el día del examen de ingreso de Chay y Kim pensó que sería un crimen dejarlo estudiar solo.
Así que allí estaba con ese chico tan lindo y puro en sus brazos. Kim se preguntó, no por primera vez, cuánto tiempo le tomaría a la realidad romper su sueño como siempre sucedía con todas esas cosas que lo hacían feliz. Pero, de nuevo, Chay estaba allí. Kim lo estaba envolviendo con confianza en su abrazo y en ese instante, el chico quiso creer que todo estaría bien mientras tuviera a Chay cerca de él. Para un chico que siempre había tenido todo lo que había querido, Chay le estaba dando todo lo que no sabía que necesitaba.
Chay le había dado la oportunidad de ser feliz y estar estúpida e insoportablemente enamorado.
Sí, estaba enamorado, tan enamorado que sentía asco de sí mismo. Sin embargo, aunque fuera solo por un tiempo, no quería dejarlo ir. Deseaba estar allí para admirar el asombroso milagro de los ojos de Chay abriéndose a la vida. Deseó estar ahí por siempre y escuchar esas palabras que sonaban como la mejor música del universo para él en la voz de Chay:
