A Chay no le gustan las noches de tormenta, dice que le recuerdan todos esos días en los que tuvo que quedarse solo en casa escuchando la lluvia caer y los truenos rugir mientras su hermano mayor trabajaba por la noche para mantenerlos a los dos. Chay odia el sonido de los truenos con toda su alma y yo intentando protegerlo de los sonidos terribles del exterior.
Por eso estoy aquí esta noche con él. Chay duerme plácidamente en mis brazos, sus párpados están cerrados suavemente y su pecho sube y baja lenta y dulcemente al compás de su respiración. Aquí estoy yo, en medio de la quietud de la noche sólo alterada por los destellos de luz en el horizonte producto de los rayos y el intempestivo trueno que viene después. El sonido hace que Chay se acerque más a mí, su cuerpo se pega más contra el mío. Yo simplemente sonrío y lo aferro a mis brazos con cuidado, tratando de transmitirle mi calor.
No sé si estoy siendo egoísta al agradecer los truenos y desear que esta noche que yo sé que es casi un robo de minutos felices a la eternidad no termine nunca. Lo acerco a mí y acaricio su cabello oscuro, es suave, suave como todo él, cae en ondas sobre su frente. Chay es muy bello cuando duerme, pero aún más cuando sonríe, cuando habla, cuando canta... todo él me parece hermoso, perfecto, tan real e inexplicablemente tan mío.
A veces me pregunto por qué a mí, de entre todos los seres del planeta le ha tocado la dicha de tener a alguien como él en sus brazos. Quizá no debería preguntarme nada, quizá sólo debería entregarme sin reservas a este sentimiento que me inunda cuando puedo mirarlo, cuando siento que todo el universo confluye en su mirar, en su sonrisa franca y cálida, o en sus palabras y la manera en la que su cejas se levantan cuando algo le molesta o hace un comentario irónico a alguien haciendo que yo no pueda dejar de reír. Todo en él es un sueño, un sueño distinto que se ha hecho real.
No puedo evitar que un suspiro escape de mis labios al mirarlo ahora, tan pacifico, tan lejano a toda realidad y a todo sufrimiento. Y es que las marcas del dolor que antes le causé yo mismo con mi estupidez siguen ahí, si bien no he podido borrar todas sus heridas lo sigo intentando: ahí donde partí su corazón por la mitad yo sólo dejó caricias y besos, ahí donde se esconde el recuerdo de las palabras terribles que le dije, es ahí donde a donde van a parar mis canciones, mis versos, todo por intentar sanarle.
Pero ahora, en este momento, en este preciso instante en el que mi calma es casi un insulto a la tempestad de afuera, eso no importa, yo soy su refugio y él el mío. Me siento capaz de todo al sentir en mi pecho su aliento. Ya no tengo miedo, siento que podría enfrentar mil veces mi propio dolor, ese dolor del que huí una vez sólo para volver a encontrarle, o tal vez, fue justamente por eso que lo encontré en mi camino, porque él me ha enseñado el verdadero significado de la palabra valor, y es que él es fuerte. A pesar de que ahora yace indefenso y sereno al lado mío, Chay tiene la fuerza suficiente para combatir a mil ejércitos pero también la calidez del sol para llenar mis labios con sus besos, para acunarme en sus brazos como ahora yo lo hago, para hacerme soñar en ellos como si sólo para ello hubieran sido creados.
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KimChay Moments
FanfictionEscritos cortos llenos de amor y cosas dulces para sanar nuestro corazón después del final desgarrador de Kim y Chay en el canon.