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Un día estás solo y al siguiente quieres quedarte para siempre en los brazos de alguien.
Un día, los nuevos días no tienen mucho sentido y al siguiente te despiertas junto a él, sus brazos alrededor de tu cintura, su cabeza en tu pecho, tus piernas entrelazadas con las suyas y te dices: oh, aquí está él, todavía está aquí, mi ángel no se ha ido.
Un día te despiertas rodeado de oscuridad y al siguiente la luz del sol se cuela por tu ventana y se posa sobre su piel y piensas que el sol sale sobre la piel de Chay y no en el horizonte porque Porchay es el sol.
Un día estabas solo, estabas cansado y herido y al siguiente es como si tuvieras un corazón nuevo porque el viejo nunca hubiera podido amar a Porchay como lo amas ahora: tan profundamente, tan poderosamente, completamente.
Un día le rompiste el corazón y al siguiente te encontraste tratando de repararlo y besando sus heridas solo para hacerlo sonreír como él está sonriendo en ese mismo momento.
—Buenos días, P'Kim—susurra él sobre tus labios y lo besas suavemente para darle la bienvenida al mundo.
—Buenos días, ángel— susurras también como si tus palabras fueran un secreto que nadie sabrá jamás.
—¿Qué vamos a hacer hoy?
—Ojalá pudiéramos quedarnos así todo el día—dices y Chay sonríe brillantemente.
—Yo también. Deberíamos hacer eso totalmente.
—¿En serio?— preguntas y la sonrisa en tus labios es la sonrisa de un hombre que ha cumplido su sueño más hermoso.
—De verdad, nadie nos va a extrañar si no nos ven hoy.
Y eso lo decide todo. Lo besas de nuevo y te olvidas del mundo y del tiempo. Y tus manos lo cubren de nuevo y él no lleva nada puesto y tú tampoco y ¿a quién le importa?
Un día no tenías nada que pudieras llamar tuyo pero al siguiente, desde que Porchay Kittisawat recibe en tus brazos la nueva mañana día tras día, lo tienes todo. Porchay lo es todo para ti.
