Kim no deja de decir lo siento, ha sido así por varios minutos.
Perdóname por pensar que podría estar sin ti, Porchay.
Perdóname por ser estúpido, ángel.
Perdóname por no correr antes a tu lado como deseé hacer desde aquel día en el que te dejé ir.
Tú sigues abrazado a él. Kim acaricia tu cabello y no pide nada más, sólo que sigas ahí, en sus brazos, llorando de dicha, llorando por sentirte amado de ese modo por la persona que siempre soñaste que te amara. Eso es algo hermoso, es hermoso sentir tu corazón lleno de vida y de dicha, es hermoso dejar de vivir en ese mundo oscuro en el que has vagado durante los últimos meses.
Sientes el corazón lleno de Kim, respiras su aroma, sientes el latido de su corazón en tu oído y te sientes feliz, quieres que todo el mundo sepa que lo eres.
Después de un rato, tú diriges tu mirada a su rostro y lo tocas tímidamente. Él sonríe y limpia tus lágrimas sin dejar que su sonrisa se nuble, él también se siente dichoso. Tú te levantas lentamente y vuelves a abrazarlo, besas su cabello, su frente... él también se levanta y sabiendo que tú también te has rendido a las evidencias de lo que les pasa, vuelve a tomar tu mano y es él ahora quien te guía a otro lugar, lejos de tu casa que por días y días dejó de parecerte un hogar pero todo eso se borra ante la paz de haberte encontrado a tu amor de nuevo. Kim te lleva lejos del recuerdo de esas noches interminables donde te preguntaste por qué él te había herido de aquel modo. Kim te lleva lejos del dolor.
Un viejo café los recibe después de caminar un poco más. La tarde apenas empieza y no hay mucha gente en ese lugar, sólo un par más de personas que buscaban un refugio al igual que ustedes dos. Tú no sabes lo que Kim y tú están buscando, quizá sólo un lugar donde el silencio siga rodeándolos. Sí, silencio, porque las mejores declaraciones amor son las que no se hablan, las que se saben al verlas reflejadas en la mirada del otro y para ti aquel parece un mundo nuevo. Ese es el mundo al que tú perteneces, al que siempre has pertenecido.
Kim se sienta cerca del escenario donde un hombre joven de largo cabello negro toca con auténtica maestría una guitarra destartalada que te hace pensar que ese debe ser un instrumento sobrenatural si puede producir ese sonido. Kim sonríe al escuchar la melodía que el joven produce y sin que tú sepas bien por qué, vuelve a tomar tu mano antes de que si quiera puedan ordenar algo y te lleva con él a la desierta pista de baile del lugar.
Él te atrapa y hace que tu cuerpo se mueva al compás del suyo, al compás de esa suave melodía que parece estarse repitiendo sin parar y tú dejas que todo gire porque es así como debe de ser, el mundo es el mundo que tú quieres que sea el día de hoy.
Kim apoya su cabeza sobre tu hombro y escuchas que su voz comienza a tararear lentamente la melodía de la canción que el chico de la guitarra sigue tocando sin detenerse y después, el tarareo se transforma en letra y sientes los labios de Kim cantando sobre tu oído de una forma tan bella, que quisieras pedirle que nunca deje de hacerlo.
La canción se pierde en tu oído como el mundo alrededor. A partir de ese momento el seguir girando con Kim en medio de la nada, en medio de ese viejo café donde no hay nadie más que ustedes y esa melodía repitiéndose es todo lo que existe, todo lo que para ti puede significar algo. Sólo hay eso y la constancia de que se pertenecen mutuamente. Sólo eso y la seguridad de que ya no hay nada que temer y de que si el mundo va a decir algo en contra de ustedes y de lo que sienten se pueden pudrir en el infierno, ya nadie podrá intentar destruir algo que nunca podrán tocar en realidad.
No sabes en qué momento pasó todo en realidad, pero en medio de los giros te encuentras en el departamento de Kim. Él lleva puesta en sus labios la mejor de sus sonrisas cuando se sienta a lado tuyo en el sillón de la sala. Tú pareces estar hipnotizado por esa sonrisa, por esos ojos que te miran diciéndote que eres su dueño y que al mismo tiempo les perteneces y les seguirás perteneciendo para toda la vida y más allá de ella.
Él te mira fijamente y tú vuelves a tomar su mano. La estrechas y después empiezas a acariciarla con tus dedos, sin miedo, sintiendo su suavidad y su calor. La sonrisa de Kim se ensancha un poco, pero no dejas de tocarlo, no podrías. No, porque la suavidad y el calor de su piel son una realidad ahora, porque esas manos son tuyas.
—¿Vas a quedarte, ángel?— pregunta él sin apartar tus dedos de su piel.
—Sí— dices tú, incapaz de decir otra cosa.
—Entonces debo preparar la habitación, no he dormido aquí por días así que...
Kim intenta levantarse pero tú no lo dejas. Tomas su mano y lo acercas a ti, tan cerca, que puedes escuchar de nuevo el sonido agitado y feliz de su corazón. Tú sabes que aquella cercanía es una silente rendición ante él, ante el amor que te provoca, ante la felicidad infinita que significa poder amarlo de ese modo, sin temores ni culpas, sin que lo que haya ocurrido en el pasado te aparte ahora de vivir el sueño que habías soñado desde la primera vez que lo escuchaste cantar.
Y así, lentamente, porque ningún sueño que se haya soñado mucho tiempo puede cumplirse a prisa, acercas tus labios a su boca y lo besas haciendo que tus labios recuerden aquella dulzura que probaron lo que parece ser un siglo atrás. Besas los labios de Kim y se detiene el tiempo, sientes la humedad de su boca y te parece que mientras sus labios no se separen de los tuyos no hay pasado, no hay futuro, sólo hay un él y tú, sólo puede existir un "nosotros" entre los dos.
Tus manos empiezan a tocarlo lenta y suavemente. Sabes muy bien en dónde va a terminar todo aquel concierto de besos y caricias pero es algo tan natural que no te importa mucho pensar en las consecuencias de ello. Sabes que esos besos son más verdaderos que nunca y en medio de la sala de Kim está a punto de estallar ese amor que tuvo que silenciarse por mucho tiempo.
Pero ahora todo tu ser está concentrado en disfrutar esa cercanía, en disfrutar esa pasión sin prisa que te mantiene a su lado, descubriéndolo, descubriéndote a ti mismo. Los labios de Kim crean un paraíso por donde sea que pasen, por donde sea que besen, por donde sea que sus manos se posen. Las caricias continúan y mientras él sigue probando el sabor de tu piel, mientras él sigue pronunciando tu nombre en medio de sus expresiones de placer, lo único que parece tener sentido es ese momento es la feliz constatación de que a pesar de que no se lo has dicho otra vez, lo amas como nunca nadie podrá amar en el mundo y eso es todo lo que en ese momento necesitas saber en realidad y que a la mañana siguiente, despertarás en sus brazos y entonces junto a la luz de la mañana le dirás: Te amo Kimhan Theerapanyakul, nunca podré, ni podría amar a nadie más que a ti.
Y esta vez lo sabes, estás seguro de ello: él te dirá que te ama también.
ESTÁS LEYENDO
KimChay Moments
FanficEscritos cortos llenos de amor y cosas dulces para sanar nuestro corazón después del final desgarrador de Kim y Chay en el canon.