37: Martes

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—Mira, te cuento mis cosas para que no caigas donde yo lo he hecho y tal vez te sirve de algo. Cuando empiezas a fumar te da igual lo que te den. Supongo que nunca has probado.

—La verdad es que no— dice mirando al mayor.

—Pues en esa época sueles probar muchas cosas hasta que encuentras que es lo que "te gusta" y no miras lo que provoca a largo plazo ni nada. Solo sabes que te gusta y que te crees guay. Y si eres tonto crees que te va a solucionar los problemas— asegura. Mira que es consciente que fumar no le ayuda en nada, pero lo sigue haciendo, y lo peor es que habla del tema mientras lo hace porque así es el chico.

—Yo hasta hace un tiempo no fumaba solo tabaco y es la segunda cosa más idiota que he hecho en mi vida.

—¿Y la primera?

—Empezar a fumar, desde luego. Eso venía en el pack de inicio— afirma como si fuese la cosa más obvia. —Digamos que cuando tenía diecisiete o tu edad una cosa así. Vaya, hace un par de años. Iba mucho a terapia.  ¿Recuerdas la semana pasada en el aulario?

—¿Cuándo olvidaste comer?— Pregunta y Louis asiente.

—Así eran todos los días de mi vida. Me agotaba mi mente. No podía sentarme a comer tranquilo, no dormía y lo poco que descansaba mi cabeza seguía pensando mil cosas a la vez. Físicamente me cuesta seguir el hilo de mis pensamientos— asegura. John ya lo ha comprobado un par de veces. —Pues una persona me dió a probar cosas que mejor no fumes en tu vida.

—Lo tomaré en cuenta— asegura John poniéndose cómodo entre los brazos del mayor. Quiere escuchar toda la historia para comprenderlo mejor.  La verdad es que alguna vez a sentido curiosidad por fumar, pero cree que es mejor ignorarla completamente.

—La primera vez que fume hierba fue una maravilla. De repente mis pensamientos se paran por primera vez en mi vida y siento silencio. Recuerdo que llegué a mi casa y me quedé dormido toda la tarde.

—Debías estar muy cansado— asegura el rubio.

—Lo estaba, ese día sentí que había encontrado la solución. Qué iba a poder dormir y relajarme y que eso me iba a beneficiar de por vida. Para mí no había ningún efecto negativo en el hecho de fumar que pudiese contrarrestar el descanso que necesitaba. Claramente lo hubo, porque si no, lo seguiría haciéndolo— asegura. —Acababa las clases, fumaba me iba a mi casa y me echaba una siesta hasta que llegasen mis padres con mis hermanos. Era una rutina que había pillado y yo me sentía descansado no, lo siguiente. Pero claro, al final como con cualquier droga, creas la necesidad de sentirte bien todo el tiempo. Al mínimo pensamiento que tuviese en la cabeza ya estaba fumando. No pensé que eso traía consecuencias o que no se puede fumar como el tabaco.

—Entre que mis pulmones van cómo van y que yo estaba un poco... colocado, un día pasa lo que tenía que pasar. Fumo y me da una crisis asmática estando aún solo en casa. ¿Y como chiquillo que piensas? “¿Pero cómo voy yo a llamar yo a mis padres? ¿Y que les digo?”

—Terminó fatal, ¿verdad?

—Claro que sí. ¿A caso le ves un posible buen final?— Pregunta de manera obvia. —Pillé y dije: “No pasa nada, Louis, pillas el inhalador te tomas la pastillita y se te pasa”. Me tomo la pastilla e intento inhalar el medicamento. Mira no había manera de coordinar mi respiración con mi capacidad de darle a un mísero botón— dice casi riendo. —Ahora lo cuento y suena patético— asegura tocándose la frente casi avergonzado. François siempre se reía cada que salie el tema. No podía creerse que Louis fue tan inútil.

—Llega mi familia y me encuentran en mitad del cuarto tirado, sin contestar, sin moverme... Me llevan al hospital, hablaron con mi padre... no me había caído sermón tan grande en mi vida. Me dijeron que si no me hubiese tomado la pastilla me hubiese muerto. Ya ves lo contentos que estarían mis padres. Mira, mis hermanos siguen con la falsa fantasía de que era idiota y se me acabó el inhalador. Me tragué tres semanas en el hospital. No he vuelto a fumar nada que no sea tabaco en mi vida, y me alegro, eh.

—Joder...— dice John. —La verdad es que... Yo acabo de enterarme que no todo se fuma igual.

—No me digas eso, John, por favor. Al menos ya lo sabes y ya sabes cómo puedes acabar— dice Louis acariciando la espalda del menor.

—¿Entonces el tabaco es lo mejor? Pensaba que sería el vape o algo así mejor.

—A ver... Bueno no es nada. Lo peor que yo he probado creo que está claro que ha sido. Se pueden fumar muchas cosas, a mí no me gustan los cigarrillos electrónicos porque al final son la misma miseria pero con buen sabor. Así que me enganchan muchísimo más y me hago más daño.

—Yo pensaba que era mejor la verdad, pero ahora que lo dices tiene sentido..

—Es como el tabaco mentolado, lo hacen así para que no te sientas la garganta hecha polvo. Siendo sincero, las veces que más horas he pasado sin fumar es porque me dolía la garganta y la nariz por la irritación. Si no siento ese dolor yo creo que sería inconsciente del daño que me hacen y si encima le ponemos un sabor bueno ya...

—Creía que no habían tantas cosas para fumar, madre mía.

—Supongo que alguna vez has tenido curiosidad por esto, ¿verdad?— Pregunta mirando al rubio.

—Sí, es normal, ¿no?

—Sí, John, es normal. Te voy a dar un consejo: si quieres probarlo mira bien que vas a probar y como se prueba. Nunca te fíes de algo que te pueda dar una persona que no conoces, un vendedor de estanco o alguien que te diga que fumar no hace daño.

—¿No te puedes fiar de un vendedor de estanco?

—¿Qué crees que te va a dar si llegas diciendo que nunca has fumado? Dos opciones: o te saca un riñón con el precio o te vende la cosa que más enganche de todo el estanco. No te van a vender un tabaco normalito o algo así. Les interesa tener clientes— segura el mayor.

—¿Entonces a quien vas cuando quieres empezar?

—Amigos, un familiar... También te pueden engañar, pero es más descarado. Además, si es algo que ellos fuman delante de ti... No sé, es diferente, ¿no?

—La verdad es que eso también es cierto. Nunca nadie me lo había dicho así.

—También muchas veces la gente compra una cajetilla para fumar, no les gusta pero como la han pagado se la terminan y ya sabes...

—Sí, algo he escuchado de eso.

—Sabes— dice mirando al más joven y acariciándole el cabello —, no me gustaría escuchar que fumas por mi culpa, pero prefiero que me lo pidas que escuchar que te ha dado alguien con quien no hayas hablado de esto.

—Está bien, Louis— dice dándole un beso en la mejilla. —Gracias por hablar conmigo— dice acariciando el cabello del mayor.

—Deberías tenerme menos tiempo fumando a tu lado— asegura viéndolo a los ojos. —Te puede hacer daño también. Seguro ya sientes la nariz rasposa o...

—Me gusta estar contigo— asegura el rubio. —Lo demás me da igual.

Va a tener que dejarlo si realmente quiere a John y ya no solo por el sabor de sus besos o el olor en su ropa.

—No entiendo cómo aguantas tanto— asegura el mayor.

—Porque te quiero— explica. Es sencillo de entender. —¿Y tú? ¿Cómo aguantas tanto?

—No lo soporto, si fuese tú me hubiese ido ya— asegura cerrando los ojos y apoyando la cabeza en la pared.

—¿Y por qué no lo intentas otra vez? Despacito lo intentamos dejar— dice John con una sonrisa intentando convencerle. —O fumar un poquito menos.

—Quiero hacerlo, pero es posible que vuelva a fallar— asegura.

—Poco a poco...— dice acariciándole. —¿Qué es lo que más odias de fumar?

—El sabor o el dolor de garganta.

—Imagina que eso desaparece.

—Siempre lo pienso. Hace muchos años que está conmigo— dice el mayor.

—Entonces ya es hora que se vaya. Y podrías controlar tu asma, ¿no?— Pregunta el rubio y Louis asiente. —Eso sería maravilloso para todos.

—Lo sé, pero me pone muy nervioso dejarlo...

—Bueno, vayamos poco a poco.

175 Días | Nueva edición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora