62: Viernes

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Louis se despierta destrozado. Son como las doce del mediodía y John ni hace el esfuerzo de abrir los ojos. Los dos se durmieron hasta con la ropa de ayer. Así se mal iban.

El mayor se pone cómodo para pasar su fin de semana tranquilo en su habitación y terminar su tesis, si no fuese por el dolor de cabeza. Sin embargo saca una pequeña pastilla y se la toma. Seguro así se siente mejor. De hecho, debería bajar a comer, pero no pasa nada si lo hace en pijama o cuando se despierte John. ¿Bajar? ¡Qué va! Si eres profe, Louis, te pueden llevar la comida. A veces se le olvida.

Al final le traen la comida suya y de John, le deja la pastilla preparada y le quita la ropa para que pueda dormir cómodo. Está borracho totalmente.

Se tumba al lado de John y empieza despacio a acariciarlo mientras lee. Nunca lo había visto en ese estado, no tan fuerte.

Al final le da tiempo a comer, corregir y seguir con su tesis hasta que John parece querer despertarse. —Uf...— suspira molesto por la luz del sol y Louis cierra la cortina. —Ay...

—Buenos días— saluda contento  acercándose a verlo. —¿Cómo estás?

—Destruido— asegura John y Louis le ofrece la pastilla y un vaso de agua.

—Te sentirás mejor. Tienes aquí la comida— asegura con su característica dulzura. —Yo también estoy cansado— afirma con tranquilidad y se sienta a su lado. —Por cierto, la señora Washington me dijo que tal vez estaría bien hacer una sesión juntos, si te parece buena idea.

—Oh, claro— contesta John. —¿Se debe a algo en concreto?

—No, no, no te preocupes— dice Louis dándole un beso en la frente. —Todo está controlado.

Pasa un largo rato y John come y se dirige a terminar un trabajo con Martha para clase de biología. Así Louis también tiene su momento para terminar la tesis y tener su crisis de ansiedad tranquilo. ¡Qué mal se siente cuando algo no le sale como espera! Menos mal que en sus sesiones con la señora Washington está trabajando en ello y en intentar estar más relajado.

—Me da miedo decepcionar a todos— asegura Louis mirando por la pantalla del ordenador a la mujer. —Pero a la vez siento que todos ya saben que voy a decepcionarlos.

—¿Y vas a hacerlo?

—Espero que no, pero cuando insisten tanto me lo termino creyendo— dice un poco enfadado consigo mismo.

—Nadie debe influir en tus decisiones personales. Al igual que nadie te puede salvar nadie te puede hundir. ¿Sabes que decía Ortega y Gasset?

—Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo— repite la típica frase filosófica que ha escuchado millones de veces. —Sé que soy yo quien decide si me hundo o no, pero por otra parte no me siento yo. Ya no sé qué me gusta ni que disfruto. Estoy desorientado y cansado.

—¿No has hecho nada divertido esta tarde? Los viernes sueles salir, ¿no?— Pregunta la mujer. Seguro que Louis debe haber hecho algo disfrutable.

—Llorar— afirma Louis siendo sincero.

—¿Y John? ¿No has ido con él a ningún sitio?

—Salimos ayer— asegura el chico.

—Y has bebido y has tenido ansiedad— añade la mujer suponiendo el resto de la historia. —Sabes que debes llevar cuidado con eso— asegura mirando sus notas. La resaca le termina provocando ansiedad la mayoría de veces. De verdad le urge hacer que esos dos aprendan a meditar y ayudarse uno al otro a relajarse. Los dos están siempre igual: con los nervios por las nubes. Supone que la cause es la vida laboral, en el caso de Louis; y estudiantil en la vida de John.

175 Días | Nueva edición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora