117: Martes

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Otra noche donde Louis no ha dormido nada atendiendo a John. ¿Serán así todas las noches? ¿Qué ha cambiado en John?

Está realmente cansado, pero no quiere que John sepa eso o se sentirá mal. Lo ha mandado para clase y el se ha ido con Charlotte a ver si puede pegar ojo sin que se le haga muy tarde.

Ayer la señora Washington le prohibió a John beber café. Al menos hasta que esto pase.

-Dios, pobre John. Es que a veces no está muy bien de la cabeza- dice Charlotte.

-Solo es pánico, podemos arreglarlo.

-Entre la ansiedad de caballo que me llevas tú por llevar dos.o tres semanas sin fumar y John con el síndrome de pánico ese os voy a internar a los dos- dice Charlotte cerrando las cortinas a ver si su hermano duerme. Sabe que está siendo algo dura, pero es la situación.

-Eso no se lo digas a John.

-¿El que? Lo de que os voy a internar. Así ya tenéis algo que hacer este verano.

-Lo otro, Charlotte, lo de la ansiedad.

-Ah, ¿que no se lo has dicho? Muy mal- reprocha la joven. -El sábado casi te da algo, miemtras John se fue con las chicas de fiesta, eh. -Si ni aguantas sin destruir la cañita del café, vamos a ver.

-Ya lo sé. Pero pronto ya, nada- asegura el mayor de los hermanos. -Es porque tengo que mantener la boca entretenida, chica.

-Eso ha sonado muy mal.

-Joder, vale, pero ha sabes a lo que me refiero. No me gustan los chicles y mejor que morderme el interior de la mejilla es morder la pajita del café.

-No digas esa palabra- dice Charlotte.

-¿Qué palabra?

-"Pajita", suena mal.

-¡A ti todo te suena mal! ¿Cómo quieres que le llame? "Popote" eso suena a una caca de rinoceronte. Popo-Rinoceronte- se queja el chico y Charlotte rueda los ojos.

-Caña, cañita, sorbete- enumera la chica.

-Eso ha sido una paja/pajita toda nuestra vida, Charlotte- dice el mayor.

-Si quieres yo si que te explico que es una paja y una pajita.

-Bueno, que sí, pajota. Cambiando de tema, he hablado con la señora Washington y creo saber que tiene así a John.

-¿Sí? ¿El que?

-Me ha dicho que quiere volver a América. Tal vez debo mandarlo de vuelta. No quiero que se quede por pena si está realmente mal- explica Louis, que, iba con la intención de dormir pero se ha quedado hablando. -Creo que han pasado demasiadas cosas aquí y se siente incómodo.

-Tal vez es lo mejor para él. ¿Y tú que harías?

-¿Qué voy a hacer, Charlotte? Pues lo que me toque hacer...- murmura algo triste. -Pero no puedo tenerlo así. No es bueno para ninguno de los dos y si se soluciona yendo allí, yo mismo lo llevaría- afirma el mayor. -Me da igual lo que implique.

-Habla con él sobre eso, por favor. No quiero que te angusties con ese tema- dice Charlotte y su hermano asiente.

-¿Y tú y Martha? ¿Cómo vais?

-Bien, en principio bien. Cuando salió el sábado si que la lió un poco y me molesté, pero yo no soy quien debe molestarse, no soy su novia- asegura Charlotte. -Pero yo creo que estoy lista para volver con ella. Si ella está bien y tiene ganas seguro lo retomamos.

-¿Qué hizo el sábado? John no me ha contado nada relevante- explica Louis.

-Déjalo con que besó a alguien que no debía porque iba borracha es suficiente.

El sábado pasado, un amigo de Elizabeth abrió un local e invitó a sus amigos a bailar y a unos tragos.

Louis prefería no ir pues sabe que no evitaría beber y prefiere mantenerse alejado en estos momentos. Si bebe, mejor que sea en su casa que en el ambiente de fiesta donde se le puede ir la situación de las manos otra vez. Encima, mejor para él si no se acerca a sitios donde la gente suele fumar y andar ofreciendo cigarrillos.

John quería quedarse con su novio, pero Louis insistió en que no se cierre y que salga con las chicas, por lo que Charlotte dijo que ella le haría compañía a su hermano y pasarían una agradable fiesta de pijamas.

Los dos hermanos disfrutaron de películas y compraron comida. Dieron un paseo porque Louis estaba bastante nervioso, desesperado e irritante. Caminar y tomar el aire es algo que le ayuda a relajarse, más si va con alguien.

Una vez se encontraba bastante calmado fue a su maravilloso tarrito de ahorro y puso un par de monedas. Eso era para el libro que quería comprar ese fin de semana pero que por obvias razones, no compró en el mercadillo de los domingos.

La obvia razón no es más que ver a John, Hamilton, Ludwika, Elisabeth y Martha llegar. Cada uno más ebrio que el otro y llegaron a las cinco y media de la mañana. John se traía tal resacón que Louis se quedó con el toda la mañana del domingo perdiéndose el mercadillo del libros. Tampoco quería que John se despertase solo.

-Ya... Las discotecas y el alcohol llevan a muchas locuras...- asegura Louis sabiendo aque tiene experiencias para dar y vender. -Tal vez deberíamos ir a uno de esos locales que solo son para bailar.

-Ya... Sí.

175 Días | Nueva edición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora