Capítulo III

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El capítulo va dirigido a 

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Al volver a su hogar Kuroko se había imaginado muchas cosas. Había imaginado pasar el invierno con su familia al lado de la chimenea como antaño, había imaginado celebrar el cumpleaños de Momoi y el suyo con tanta alegría como siempre hacían, había imaginado estar todo el tiempo posible con la gente del castillo, había imaginado tantas, tantas, tantas cosas que ahora lo único que le quedaba de todo eso eran esas ilusiones, porque ya nada de eso sucedería, nada, absolutamente nada. Lo único que le quedaba era rezar para que su futuro esposo no le impidiera ver a su familia.

Se pasó todo el día en sus aposentos tras recibir la noticia de su padre, no dejó entrar a nadie excepto Riko que le acompañó en su tristeza sin mediar palabra alguna. Coralina intentó varias veces entrar a verle, pero él se negaba a abrir la puerta y cuando informaron a Drogo de la situación dio la orden de dejarle en paz para asimilar su destino.

A la hora de la cena, en la que Kuroko no participó todavía encerrado en sus aposentos, su padre decidió por fin a contarles la razón del comportamiento del peliazul, la madre fingió todo lo posible por alegrarse por la noticia, acababa de reunirse con su hijo y ya se lo llevarían de nuevo sin que hubiera podido pasar con él el tiempo suficiente. Era cierto que una unión con una persona como la que había mencionado su marido era buena, pero su hijo no sabía nada de esa sociedad y mucho menos sabía de las relaciones maritales.

Momoi en cambio se alegró por la noticia, no solo ya no tendría que casarse con un hombre al que no amaba, sino que también le daban su merecido a su hermano, por fin pagaba todos sus errores, por fin se haría justicia, ahora le tocaría a él llorar por no poder cambiar su destino y estar obligado a permanecer por siempre al lado de un hombre que no amaba.

Cuando rememoraba el momento en que su padre les dijo la noticia una sonrisa inconsciente aparecía en su rostro.

—¿Y quién es ese candidato? — preguntó Coralina intentando averiguar si al menos sería un buen hombre para su hijo.

Drogo acababa de darles la noticia del compromiso de Kuroko y ella estaba preocupada, más que nada, por la persona que iba a desposar a su hijo.

—Ya no es un candidato, mujer, ya es su prometido— respondió Drogo con un tono serio al mismo tiempo que se llevaba a la boca un trozo de la carne de su plato.

Tú que decías confiar en mí (Saga Gaia's Tales II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora