Capítulo LVI

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La noticia de la boda de Kise y Lord Aomine viajó por todo el reino del primer país del continente Solaria, Arcadia, a una velocidad tal que no tardaron en recibir invitaciones a bailes o reuniones para que pudieran conocer al doncel que había conseguido obtener la mano del capitán de la armada del rey.

Muchos habían sido los que intentaron visitarlo en su hogar, pero para su tranquilidad su padre había sabido negarles el acceso a todos alegando a que todavía no estaba preparado para ser presentado a la sociedad y que necesitaba más tiempo en compañía de su prometido, algo que era mentira porque desde el día en que le informaran de su matrimonio, Lord Aomine había partido sin mostrar verdadera atención en su persona y desde entonces no había vuelto a saber nada de él.

Temeroso de que sus amigos se preocuparan por él, les había explicado la situación en unas cartas que salieron el día siguiente a la formalización de su compromiso, recibiendo poco después una respuesta de su parte en la que le prometían visitarlo para poder apoyarlo.

Debido a la situación especial en el que se encontraban, el rey, informado de la situación desde antes, les dio permiso para prescindir del tiempo reglamentario de un mes en el que los prometidos debían mantenerse alejados sin verse y organizar la boda lo más pronto posible.

A esa decisión se debían también muchas otras razones, como la posible partida de Lord Aomine a la guerra contra Netarón, la reputación de la familia Kise y la necesidad de que la criatura que crecía en su vientre tuviera el apellido de su padre, pero la principal razón de tal adelanto de la unión, era el evidente y constante crecimiento de su vientre, que en cualquier momento podría ser descubierto por alguien.

Desde que su padre le informara en su despacho de su futura boda con Lord Aomine, Kise no había vuelto a recuperar el ánimo, se mostraba afligido en todo momento y no reaccionaba a lo que ocurría a su alrededor, lo único que le animaba a salir de sus aposentos era el paseo diario que daba para el bien de su cuerpo y del niño, pero tras éste, se encerraba de nuevo y se negaba a recibir visita alguna, la única persona que permitía la entrada era Yutaka, el cual se preocupaba cada día más por su estado.

Ver la tristeza reflejada en los ojos de su amo le desesperaba cada vez más porque había intentado todo lo posible para que éste volviera en sí, pero nada de lo que había hecho mostró resultado, lo único que le quedaba era la esperanza de que sus amigos, los cuales habían prometido venir a verlo, no demoraran más en llegar.

Tú que decías confiar en mí (Saga Gaia's Tales II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora