Capítulo LXXI

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La dedicatoria va a 

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—Por todos los dioses Aki— exclamó Kise, viendo cómo el bebé de pelo azulado se comía una de las hojas de su libro—. Te dije que no te acercaras al libro de mamá, no había terminado de leerlo.

Se acercó corriendo a la cama, cargándolo entre sus brazos para luego tomar el libro e inspeccionarlo, queriendo medir el daño hecho por el pequeño que le miraba en medio de risas.

—Ya verás cuando vuelva tu padre, te dejaré con él el resto de la tarde.

Él aplaudió con alegría, mirando después a sus hermanos, los cuales se encontraban tumbados en la alfombra de la habitación. Tyrone dibujando un guerrero mientras Kanaye le observaba entretenido.

—¿Quieres ir con tus hermanos, cariño? — preguntó acercándose a ellos—. Te llevaré, pero sólo si te portas bien y no intentas romper el dibujo de tu hermano mayor, ¿de acuerdo?

Lo dejó en el suelo, al lado del otro bebé, y caminó hasta la silla, sentándose y soltando un suspiro de cansancio.

—Eres tú quien va a acabar conmigo Aki, no será tu padre o Lord Fenriz.

Se frotó la sien mientras veía a los niños jugar entre ellos, sonriendo por lo hermosa que era dicha escena.

Cuando habían partido de Kesshite lo habían hecho inmediatamente después de la marcha de reconocimiento, debido a que el rey había recibido una carta donde se anunciaba la llegada del rey Ezio a Arcadia para discutir lo relacionado con Lord Fenriz.

Todos habían estado de acuerdo en que era mejor que partieran y alejar a Tyrone de ellos, sabiendo que el rey estaba enterado de la existencia del niño y que apoyaba a su hijo en la intención de llevarlo a Zetroya.

No había tenido tiempo de pensar en ello, no cuando sus hijos le mantenían ocupado la mayor parte del tiempo y cuando no lo hacían, era Aomine quien requería su atención.

Su relación se había desarrollado de maravilla, todavía recordaba el rostro de su esposo al entrar a sus aposentos y verle tumbado en la cama con sus tres hijos alrededor de él.

Se había acercado con pasos lentos e indecisos, como si no quisiera cambiar nada de lo que estaba viendo y temiera despertar los niños dormidos, y cuando estuvo frente a él, se había arrodillado a su lado, mirando hipnotizado a los bebés y agradeciendo en susurros por haberle dado esa felicidad.

Tú que decías confiar en mí (Saga Gaia's Tales II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora