Capítulo XCIV

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La dedicatoria va a

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Kuroko descendió rápidamente de la cama y corrió hacia la puerta, abrazando a la mujer nada más encontrarla y comenzando a llorar entre sus brazos

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Kuroko descendió rápidamente de la cama y corrió hacia la puerta, abrazando a la mujer nada más encontrarla y comenzando a llorar entre sus brazos.

—Todo está bien, Kuroko— dijo ella, frotando su espalda—. Todo va a estar bien.

Lord Himuro observó la escena asombrado, viendo el modo en que el doncel se aferraba al cuero ajeno.

Intentó encontrar algún indicio en ella que les dijera que eran familia, pero por más que buscaba no encontraba nada, no podían ser más físicamente diferentes dos personas.

Ella poseía un cabello de un color rojo fuego como la oscuridad, una piel blanca como la nieve y una belleza natural, no debía tener más de 19 años, y ése era una de las razones por las que le sorprendía el modo en que Kuroko se refugiaba en ella, daba la impresión de una madre consolando a su hijo.

—Ya no sabía qué más hacer— dijo Kuroko entre sollozos—. Por más que lo intentamos no se cura y ya no puedo seguir viéndolo de ese modo.

—Lo entiendo, todo va a ir bien.

—Tenía que pedir su ayuda, a pesar de saber lo mucho que estáis ocupados con la Madre Inquisitora, tenía que pedir vuestra ayuda, no puedo ayudarlo solo, no encuentro el modo.

Tú que decías confiar en mí (Saga Gaia's Tales II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora