Cuando a Kuroko Tetsuya le dijeron en la academia de donceles que sus padres habían decidido llevarlo de vuelta a casa, su felicidad fue inmensa, de todos modos no entendía la razón por la cual se encontraba allí, y dentro de poco podría ver a su fa...
Kuroko soltó otro suspiro desanimado mientras acariciaba lentamente su vientre, el médico del castillo le miró apenado dejando la copa con los restos de la mezcla Eliara encima de la mesa antes de sentarse a su lado.
—Lo siento mucho Milord— dijo con pesar sin atreverse a mirar al doncel que permanecía cabizbajo.
—No ha de disculparse, no es culpa suya.
—Todavía no pierda la esperanza, en cualquier momento puede ocurrir, sólo no se dé por vencido.
—Usted y yo sabemos que algo no va bien, hace varios meses que le pedí un hijo a mi diosa, normalmente ya debería de haberme sido concedido, si ése no es el caso la única explicación que hay a ello es que mi diosa no me considera merecedor de tal bendición.
—Ha habido varios casos de donceles que no fueron capaces de concebir en muchos meses tras su boda, pero que, con el tiempo, al dejar de pensar en ello se les ha sido otorgado un milagro y han podido traer un hijo al mundo. Le recomiendo que deje de pensar tanto en ello, no se presione demasiado y verá que con el tiempo tendremos una buena noticia.
—Es que no dispongo de tiempo médico Rokuro, es urgente que le dé un heredero a mi esposo, es algo muy necesario.
—Y lo entiendo porque me lo ha repetido varias veces, pero no vamos a conseguir ningún avance si sigue presionándose de ése modo, ¿por qué no habla con el señor y le comenta sobre sus inquietudes? Quizás sus palabras consigan tranquilizarle.
—No deseo preocupar a mi esposo con ese tema, tiene muchas preocupaciones en ese momento— dijo pensando en todas las misiones que éste le había comentado que el rey le había dado y que le mantenían en la ciudad mucho más tiempo de lo normal.
—Entonces le pediré que intente por usted mismo tranquilizarse y olvidarse de la situación en la que estamos por un momento, le aseguro que las cosas mejorarán si se tranquiliza.
Kuroko sonrió al viejo hombre antes de asentir con la cabeza y despedirse de él.
Sabía que el médico Rokuro era una persona amable y conocedora que poseía gran sabiduría, por eso confiaba en sus palabras en todo lo que a medicina fuera y nunca dudaba de sus curaciones, pero sabía también que esa amabilidad era la que le impedía decirle la verdad a la cara.
