Capítulo XXXV

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La dedicatoria va a  

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La dedicatoria va a  

@luworld45  

@MorketIchihara0  

@Kei-chan21  

@Crazy-Goat  

@julii14garcia  

Muchas gracias a todos por los votos y los comentarios.

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Takao observaba desde su lugar a Kuroko bailar con su esposo, nunca admitiría que esto le provocaba algo de celos y aunque Midorima le había pedido que le reservara todos sus bailes, el peliverde no había dado signos de estar interesado en adentrarse a la pista de baile.

Sentados en la mesa que les había sido asignada con Lord Murasakibara y Lord Himuro, se preguntaba si iba a ser el único doncel del baile que no iba a ser invitado a una melodía, ya que incluso Kise se encontraba con Lord Aomine en la pista de baile moviéndose con elegancia y con una sonrisa que adornaba su rostro, clara señal de lo mucho que lo estaba disfrutando.

Desconocía que su amigo fuera conocido cercano de Lord Aomine, desconocía también las razones por las cuales el rubio parecía resplandecer de mil colores mientras se aferraba al cuerpo del peliazul en medio del baile, pero se dijo que no iría a preguntar nada hasta que Kise en persona le comentara algo al respecto, no quería parecer entrometido.

Cogió su copa de hidromiel y se la llevó a los labios, a diferencia de todos los demás donceles, él y sus amigos preferían la dulce bebida al vino, quizás debido a la educación de las monjas que siempre les habían avisado de los males que podía llegar a causar el alcohol en sus cuerpos o las vergüenzas que el estado de embriaguez podía llegar a hacerles cometer.

Observó de reojo a su esposo mientras mantenía la copa pegada a sus labios. En lo que llevaba de la velada había analizado las expresiones de Midorima en más de una ocasión y como en todas las demás, esta vez también adornaba su rostro una sonrisa, provocada por las conversaciones con sus amigos y con las personas- todas ellas importantes- que estaban bailando en la pista de baile de una forma graciosa.

Se mordió el labio al volver a dejar la copa y llevó las manos a su regazo. Tuvo tiempo de mirar el plato de comida del peliverde para asegurarse de que todavía tuviera víveres de los que saciarse y cuando lo hubo confirmado se arrepintió de ello, al menos el servirle la comida le mantenía ocupado mientras él conversaba con sus amigos y mientras se dedicaba a preguntarse cómo seguiría aguantando las ganas de bailar como lo hacían sus amigos en estos momentos.

—¿Me permite el baile, Milord?

Si la persona que se lo pedía no estuviera parada delante suyo no hubiera creído que se estaba refiriendo a su persona, levantó la mirada para cerciorarse de que no se estaba produciendo una confusión y de que el Lord acababa de pedirle un baile y cuando se hubo convencido de que así era se quedó quieto unos minutos antes de mirar a su esposo que, como él, contemplaba a Lord Himuro.

Tú que decías confiar en mí (Saga Gaia's Tales II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora