Capítulo 8

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Mientras veía lo que Jared y Josh provocaron detrás de los arbustos no sabía si reír o llorar, reír, porque era jodidamente divertido con lo que mis ojos se deleitaban, llorar, porque nos habían descubierto y estábamos muertos, ¿No saben de qué hablo? Bueno les explicaré mejor.

Media hora antes...

— ¿Por qué estamos aquí? — pregunté mirando la cabaña de don "hijo de su madre santa" o Richard...

— Porque aquí... Sucederá algo... ¡Histórico! Y todos... Deben. Apreciar tal evento... ¡Por más! ¡Qué no sean dignos! — exclamó de forma rara abriendo y sacudiendo los brazos mientras enfatizaba algunas palabras, lo miré como si tuviera tres cabezas, apretó los labios al verme.

— Ok... — alargué entrecerrando los ojos, aún confundida, bufó.

— ¡Será una broma épica! ¡Con Josh la venimos planeando desde hace días! — su emoción era palpable.

— ¿Y? — respondí como si no me importara, cuando la verdad me emocionaba incluso más que él y eso era difícil, me observó indignadísimo.

— ¡No dejaré que me arruines esto también! — me apuntó con su dedo, puse una mano en mi pecho inconscientemente.

— ¿¡Eskiusmi!?— pronuncié mal exageradamente — ¡No te he arruinado nada! — lo pensé — ¡Aún! — intenté no decir lo último, pero se me escapó, siempre termino arruinando algo, sin querer, claro.

— ¡Claro que sí! ¡Arruinaste mi felicidad! — fruncí el ceño.

— ¡Pero si no te he hecho nada! — levanté los brazos, exasperada.

— Sí hiciste, y sabes perfectamente que fue — hice una mueca de completa confusión, ¿Qué carajo?

— Agh... ¿Sabes qué? Tienes razón — le di la razón como a los locos con tal de que se callase — Tienes razón, ¿Ya? ¿No tenías cosas que hacer? — entrecerró los ojos, gruñó para luego mirar su reloj abriendo sus ojos como platos.

— Maldita sea... — murmuró — si me arruinas esto — me miró fijamente — terminaras en mi lista negra — declaró.

— ¿Qué acaso no lo estaba ya? — levanté una ceja cruzando mis brazos.

— Si lo estuvieras ya te habrías ido.

— No lo creo.

— Pues yo sí.

— Pues yo no.

— No me interesa lo que pienses, hubieses corrido de todas formas.

— Yo no corro.

— Se nota — me miró de arriba-abajo — estarías en mejor forma — abrí la boca indignada dándole un fuerte golpe en el brazo, reprimió una mueca sujetándose el brazo, me giré alejándome de él. ¡Maldito idiota! ¡Cómo se atreve! ¡Insultar este cuerpo esculpido por los mismos dioses!

Gruñí molesta alejándome lo más rápido posible, de un momento a otro había tomado mi brazo girándome hacia él, obligándome a levantar la cabeza al quedar a centímetros de su cara, tragué con dificultad.

— No te irás — murmuró mirando directamente a mis ojos.

— No puedes retenerme — también murmuré, supongo que por tanta cercanía no hacía falta levantar la voz.

— Sí puedo — sus ojos recorrieron toda mi cara lo que me hizo poner nerviosa, su mano aún sujetaba mi brazo, seguíamos a menos de diez centímetros de distancia.

Escuela Militar (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora