Capítulo 35

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Ah pero ahí anda la señorita preguntándose por qué le pasa lo que le pasa.

— No es momento para eso conciencia, ayúdame a salir de aquí — busqué con la mirada alguna salida.

No.

— Oye gracias que linda — bufé, mi mirada cayó en la parte de arriba del cubículo, no puede ser...

No veo otra opción, a menos que puedas bajar las donas corriendo en círculos aquí dentro.

Ay, pero no quiero correr.

Entonces cállate.

Gruñí mirando como subirme ahí, me descolgué la mochila de los hombros, la pasé por debajo del cubículo pensando que pasaría, pues no, se atoró, tironeé varias veces hasta que de repente escuché algo cerrarse.

— Que no sea lo que creo por favor — me agaché para mirar debajo de la puerta — ¡Dije por favor Jebus! — me quejé señalando el techo, sí, la puerta que se trababa se cerró, conociendo mi suerte, todos aquí sabemos que esa bendita puerta esta trabada ¿A que sí? Había miles de posibilidades de que no, pero vamos, llevamos suficiente tiempo conociéndonos para saber que sí lo está y posiblemente como una condenada.

Pero lo importante ahora era salir del cubículo, luego vería como tirar abajo la otra puerta, me subí al retrete para medir si alcanzaba la parte superior, casi que sí con un saltito seguro llegaba, me resbalé intentando estirarme metiendo el pie en la boca del retrete.

— ¡Ay por dios! — chillé volviendo a sacarla, tal vez no fue buena idea no bajar la tapa, debería haberlo hecho en lugar de andar jugando a la equilibrista en los bordes, dejé mi peso del lado derecho del borde intentando secar mi pie, bota y calcetín empapados en agua por suerte limpia — Que buena suerte me vino a repartir la vida — ironicé colgándome de la pared del cubículo para pasar al otro lado.

Quedé con medio cuerpo en un cubículo y la otra parte en el otro, ¿Ahora qué? Intenté llegar a la otra pared con las manos, pero obvias situaciones de genética no me dejaron ni rozarla con los dedos, de hecho no estaba ni a medio metro de la pared y eso que cada baño es de un metro por dos.

Me empecé a mover como gusano a ver si así llegaba mejor, cosa que solo me provoco una no cuidadosa caída de cara al pavimento, me empecé a quejar en el suelo del otro baño.

— ¡Mi bello rostro! ¡¿Y si por esto quedase fea?! ¡¿Y si quedase como Jared?! ¡Ay dios! — chillé sosteniendo mi carita hermosa, también me había golpeado la cadera con el retrete, pero lo ignoraba un poco ya que de por sí todo el cuerpo me dolía.

Tarde alrededor de diez minutos en dejar de quejarme y chillar como la nena que soy para levantarme e intentar salir, hasta que recordé, la mochila.

— ¡Ash! — me di la cabeza despacio contra la puerta rendida, no puedo ser tan inútil, sí, la había logrado destrabar, pero del lado de adentro.

Suspirando me volví a subir al retrete que por poco me deja sin cadera, me asomé por la pared viendo como ahí estaba muy tranquila la desgraciada apoyada del otro lado de la pared, ni estirándome llegaría por lo que ni lo intenté, otro ruido trajo mi atención, algo como quebrándose.

— ¡AHH! — grité del susto. Les contaré un chiste...

Yo haciendo equilibrio como si de un trapecio se tratase.

Yo resbalándome del borde por creerme equilibrista y no bajar la condenada tapa provocando que el cerámico se rompiera.

Yo cayéndome del borde por imbécil creyéndose equilibrista y haber tirado todo abajo.

Escuela Militar (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora