Con delicadeza y algo de asco empecé a untarle la crema por las picaduras, eran varias, al menos no las suficientes como para matarlo, pero sí para que no sea muy agradable de tener, aunque ¿Qué cantidad era agradable tener? Ninguna, según lo que sabía de lo que leí aquella vez por un informe de clase, de cien a quinientas picaduras pueden matarte, y ahí fue donde mi mente voló a ¿Quinientas picaduras de abeja? Auch, más que auch, triple auch, quintinientos auch.
Eso ni existe.
Pues ahora sí, ya lo inventé.
Pasé la crema por sus piernas, brazos y cuello, quedaba el torso y el labio, pero me negaba a ambas, mierda tampoco puedo dejarlo así, ¡Rayos!
— Venga con huevos, no eso no, no tengo, con ovarios ¡Carajo! — me acerqué a su cara para ponerle en el labio, pero justo en ese momento se le da por despertar, cuando abrió los ojos al verme tan cerca se asustó levantando la cabeza chocándola con la mía.
— ¿Qué demonios haces? — se quejó sosteniendo su frente mientras se apoyaba en sus codos.
— Eso debería decir yo, idiota — masajeé mi frente también — solo trato de curarte — hablé luego de unos segundos, bajó su mirada viendo que estaba en ropa interior.
— ¿Curar mi abstinencia? — me miró extraño, lo peor es que se lo creía, no lo decía fingiendo confusión.
— No estúpido, ¿Recuerdas algo de lo que pasó? — lo observé, seguía acostado mirando alrededor hasta frenar sus ojos en mí.
— La estúpida naturaleza — se quejó a lo que asentí levemente.
— Sí bueno... Tienes muchas heridas y las estoy curando — expliqué señalando a un lado dejando ver el algodón, alcohol, pinzas y los aguijones en un papel.
— ¿Por qué? — volvió a dirigir sus ojos hacia mí después de ver las cosas.
— Nadie más quiso hacerlo si te soy sincera — me encogí de hombros — Josh se iba a quedar conmigo, pero era necesario en la siguiente prueba por lo que te tocó turno con la doctora juguetes — llevé mis manos a mi cintura en pose triunfal.
— Gracias por llamarme muñeco, bebé — sonrió de lado deteniéndose al sentir dolor, bufé, está todo magullado y sigue igual.
— Ok, ahora que estás despierto puedes seguir tú — le di la crema, dispuesta a levantarme e irme.
— ¡Espera! — me detuve — ¿Me vas a dejar solo? — sus ojos revolotearon alrededor.
— Voy a estar afuera — señalé la entrada cerrada de la tienda.
— Me duele — sostuvo mi mano intentando hacer puchero, quejándose al tocar la picadura.
— No hagas eso — detuve su acción — está inflamado y te va a doler — le saqué la crema de la mano poniéndome un poco en el dedo — se te va a infectar — aparté su mano que iba directa a tocarse el labio, esparcí la crema por su labio inferior con cuidado ignorando su penetrante mirada directa a mis ojos, era incomodo cuando hacía eso.
— ¿Ves? No puedo estar solo, no sé curarme y todo se va a infectar siendo peor — se aferró ahora al costado de mi pantalón, ay ya me veía siendo la Carly de este Harry, pero se veía bastante adolorido... Rayos.
— Bien, me quedaré y me ocuparé de ti, bebé quejumbroso — me rendí, a veces era muy blanda.
— Borraré eso último quedándome solo hasta bebé — hizo el amague de sonreír arrepintiéndose en cuando el ardor se hizo presente — Maldita sea mis preciosos y besables labios, esas abejas no pudieron resistirse — se quejó a lo que reí, lo sabía.
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Escuela Militar (En edición)
Teen FictionCuando te enteras que irás a una escuela militar... ¿Qué es lo primero que se te pasa por la cabeza? A mí... Que se cumpliría el sueño de mi vida ¿Por qué? Ni yo misma lo sé, sólo que siempre me gustó y ahora que por fin lo haría, ¿Qué podía salir m...