La gota que derramó el vaso | 2

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Cuando el timbre suena, Zachary recuerda aquello súper importante que no debía olvidar. Hoy vendría al fin aquel chico al que conoció hace a penas unos días a habitar la misma casa que él.

Por supuesto, Baker no está en las mejores condiciones para recibirle, pues aún viste su cómoda y tibia pijama. Es por esto que se levanta tan rápido como le es posible, restándole importancia a una partida en línea que había iniciado hace a penas 30 segundos en su ordenador.

Hace todo lo posible por hacer que su vestuario luzca decente, olvidándose de cómo luce su alborotado cabello en cuanto abre la puerta de la entrada.

  –Hola –saluda el de ojos esmeraldas, tratando de calmar su respiración.

Brian no puede evitar sonreír ante la escena. Sin embargo, cuando se da cuenta de que esa sonrisa ha durado demasiado, decide aclarar la garganta y bajar la mirada.

–Hola, ¿me podrías ayudar a meter algunas de mis cosas? –pide Haner con amabilidad, señalando un par de cajas detrás de él.

  –Oh, por supuesto. –Accede Zacky, permitiéndole la entrada a su nuevo roomie y  agachándose a levantar una de las pesadas cajas que se encontraban en el porche de la casa.

  –Muchas gracias –susurra el recién llegado una vez que entra a su nueva habitación.

–No hay de qué, siéntete como en casa –responde el anfitrión, colocando con delicadeza lo que cargaba sobre la cama de la pequeña habitación.

Brian suspira de manera profunda, frotando su pálido rostro con ambas manos de manera continua hasta que al fin se atreve a hablarle a Zacky antes de que le dejara a solas.

  –Oye, hermano... –inicia, lamiendo sus labios justo después, pensando en si sería correcto hacer preguntas justo después de haberse instalado en lugar de haberlas hecho cuando entró a la casa por primera vez.

Baker lo mira por encima de su hombro izquierdo, sintiendo la necesidad de correr hacia su computadora portátil para ver lo que ha ocurrido con la partida que había estado jugando momentos antes de ser interrumpido.

  –¿Sí?

Después de eternos segundos de silencio, Brian decide callar sus dudas y decir algo completamente distinto a lo que había pensado anteriormente.

–Saldré en la noche a tomar con algunos amigos, ¿te gustaría venir? 




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  –Escuchamos que ya encontraste dónde quedarte, amigo –comenta un joven de cabello oscuro y ojos azules.

Brian toma un sorbo de su cerveza antes de acomodarse en  el incómodo banco del bar y responder– Así es. Afortunadamente no está tan lejos de todos ustedes –afirma, señalando a sus amigos de manera indirecta con su vaso medio vacío.

  –Sigo pensando que el hecho de que tus padres te hayan echado de la casa ha sido una exageración. Está bien, te encontraron con tres mujeres en tu habitación haciendo no sé qué cosa; pero en verdad no creo que fuera para tanto, ¿o sí? –argumenta Matthew Sanders, un joven alto de ojos claros.

Haner se encoje de hombros– ¿Qué te digo, hermano? Tal vez ya habían pensado en correrme de ahí desde antes y eso fue la gota que derramó el vaso –explica, derramando un poco de cerveza sobre la barra para acompañar su metáfora.

 Los tres chicos ríen tras aquel gesto, bebiendo de sus respectivos vasos justo después.

  –¿Y qué hay acerca de tu compañero de casa? –Pregunta James con cierto interés en cuanto deciden salir del bar a fumar un rato.

 El joven de ojos castaños aclara la garganta, jugando con los cigarrillos dentro de la cajetilla.– Pues... Le gusta jugar video juegos.

A Matt, de pronto, se le iluminan los ojos con emoción– ¿Juega Call Of Duty?

–Muy probablemente, sí –responde, poniendo los ojos en blanco, al fin decidiendo sacar un cigarro y colocándolo entre sus finos labios. 

–¡¿Por qué no lo invitaste?! –Reclama Sanders, golpeando ligeramente el hombro de su amigo.

–Yo lo invité, pero al parecer tiene mejores cosas que hacer –dice Brian con cierta molestia, encendiendo el cigarrillo con el encendedor que le ha pasado su otro amigo.

Ante el tono usado por su amigo en esa última oración, James y Matt deciden dejar el tema por la paz y comenzar a hablar acerca de otras cosas. Sin embargo, es algo que no pueden evitar retomar después de haber dejado a Brian en la puerta de su nuevo hogar.

–¿Por qué crees que se haya puesto tan a la defensiva cuando le pregunté acerca de su roomie? –piensa Matt en voz alta, recargando su cabeza en la ventana del auto en el que viajan.

James niega con la cabeza sin despegar su mirada de la oscura carretera.– No lo sé, amigo. Tal vez no se llevan del todo bien aún.

–De acuerdo a lo poco que he escuchado de ese tal Zachary Baker, no se me hace una persona desagradable... A veces siento que Brian complica mucho las cosas.

–¿Qué te digo? Comenzamos nuestra amistad peléandonos en una tienda de discos –confiesa Sullivan, sonriendo ante el gracioso recuerdo de hace ya 5 años.

–¿Por qué yo no sabía esa historia? –Pregunta Matt con curiosidad, cruzando los brazos sobre su pecho a manera de exigir una explicación.

James suspira para sí, aprovechando la luz roja del semáforo para voltear a ver a su amigo.– Yo estaba mirando tranquilamente los discos de vinilo cuando un estúpido entró a la tienda sólo para decirme que una de mis bandas favoritas era basura  –describe el más alto con alegría, regresando su vista al frente– ahora ese idiota es mi mejor amigo. 

No(,) te necesito | 𝘚𝘺𝘯𝘢𝘤𝘬𝘺 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora