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Hui, como si de la casa del terror se tratase. Mis nervios me tenían temblando cuando dejé el edificio de residencias. Entré en mi auto, y tuve que sujetar el volante con ambas manos, tratando que los tremores que seguían recorriendo mi cuerpo se detuvieran. Mis nudillos se tornaron blancos.

—¿Qué diablos pasó? —susurré asustada.

Mi corazón latía con fuerza, se me había subido a la garganta. Ese hombre no se suponía que debía estar ahí, ¿o había sido una mala broma? ¿Fue eso? Solo recordarlo, su rostro, su cuerpo, sus despiadadas sonrisas, lograban erizarme la piel, y prender terminaciones nerviosas que no creí tener antes.

¿Acaso Ethan tenía razón y estar con extraños era lo que me excitaba? Porque si ese era el caso, yo tenía un serio problema. ¡Cristo!

Arranqué el motor al girar la llave, y dejé Kensington por la calle Albert, estaba tan conmocionada que ni siquiera pensé en la ruta que me llevaría a casa más rápido. El tráfico me detuvo, y la reparación de la calle más adelante fue otro clavo al ataúd de mis nervios. Entonces mi móvil zumbó deteniéndome el corazón.

"bad_prince te envió una solicitud de encuentro, ¿deseas concertar?"

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—¡Dios! No.

Ignoré los mensajes, hasta que la pantalla resplandeció con la imagen de Ethan y su llamada entrante. Fue un respiro de alivio.

Hola, Nina, ¿estás en casa?

—No, estoy por... —miré a mi alrededor, suspirando con pesadez— estoy por Park, Ethan.

—Bueno, estoy en el zoológico con un amigo. ¿Quieres venir? Llamé a Maddie por si quería venir, pero no me contesta.

Rodé mis ojos, por supuesto que no le contestaría la chica estudia hasta morir. Pensé en rechazar su ofrecimiento, hasta que miré de reojo los planos del loft de Kensington que el conserje del edificio me dio, amable. Necesito distraerme de esto. Y sacar al tal Greg y su codicioso cuerpo de mi cabeza.

—Llegaré en diez minutos, ¿te parece?

—Genial —aceptó mi amigo, ilusionado—, aquí te esperamos.

Corté la llamada solo para fijarme que tenía más notificaciones de mal_príncipe. Que se muera, no pienso contestarle. Ese beso, aunque sublime, no puede borrar de mi cabeza sus palabras...

Como se lo prometí a Ethan, logré llegar con un minuto de sobra al zoológico de Londres. Me estacioné, y salí del auto tomando el abrigo de Madison para usarlo. Sin embargo, el clima templado de la mañana se había evaporado. Ahora las nubes ya no ocultaban al sol, augurando el buen clima de la tarde.

NO JUEGUES CON EL PERVERSO ABOGADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora