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***[Nina]***

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***[Nina]***

Mi corazón estaba a punto de colapsar.

Scott y yo seguíamos en la habitación del segundo piso en Spillers. La puerta entreabierta nos permitía escuchar la conversación que Calum tenía con quien fue mi detective privado, Terry. El tipo era una rata de alcantarilla. Todo esto lo hacía por dinero. Y claro, padre está podrido en él.

Llevábamos unos segundos sentados contra la pared a la par de la puerta. Mi hermano y yo esperábamos una señal para salir, para bajar al sótano y comprobar si Greg estaba aquí. Solo que teníamos el tiempo en contra, la única ventana abierta al otro extremo de la habitación, mostraba la venida del sol, el cielo empezaba a aclarar lentamente. No íbamos a lograrlo.

—Ahora ya sé por qué dejaste a Mick fuera de esto —le susurré a mi hermano, este me miró de soslayo, con recelo—. Él sabía las consecuencias de tu presencia aquí. Si uno de ellos te atrapa, estás automáticamente muerto.

Scott resopló bajito, pero cabeceó un empecinado sí.

—Mick prometió que salvaría a Greg, le di su tiempo y no pudo hacer mucho del lado de la ley. Esto es mi culpa, él está aquí por mi culpa, si alguien tiene que...

—Cállate —siseé molesta—. Esto es culpa de nuestro padre. Su maldita codicia nos tiene aquí a todos. Y vamos a salir los tres juntos, no importa qué, ¿me oyes, Scott?

Sostuve su mirada, con la luz entrando cada vez un poco más, era sencillo notar las sombras en su rostro, y en toda la habitación vacía, con la pintura de las paredes descascarándose.

Nos mantuvimos en silencio después de eso, cada minuto se sentía como una hora. Mis nervios tenían hecho trizas a mi pobre corazón, me sentía tan cerca de mi esposo y tan inútil para ayudarlo. La conversación de Calum y el detective privado llegó a su fin, Terry terminó marchándose. Escuchamos el ruido de su auto alejándose.

—Los guardias deben ir afuera ahora. Vamos a esperar —susurró Scott, decidido.

Acepté su idea, apretando contra mi pecho el rifle que me dio Arthur. Traté de calmar mi respiración. Inhalar. Exhalar. Inhalar...

—¿Qué es eso?

Scott se puso en pie, acercándose a la ventana. Yo también pude escucharlo, las llantas de un auto acercándose por el camino de tierra, ¿acaso Terry estaba regresando? Me quedé callada, observando a mi hermano apoyado contra la pared de la ventana, apenas ojeando el exterior.

—¡Mierda! —siseó bajito, pero pude escucharlo.

—¿Qué pasa? Scott... —lo interrogué cuando regresó a mi lado, se agachó y se quitó el subfusil que llevaba en la espalda, sujetándolo con ambas manos.

Contuve el aliento mientras él tomaba su tiempo para alzar sus ojos. Su semblante tenso no auguraba buenas noticias. Esperé lo peor, y no me defraudó.

NO JUEGUES CON EL PERVERSO ABOGADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora