El jodido día que tanto he ansiado no se sintió como yo lo pensé. Al menos ya no. Mi medicamento estaba oficialmente suspendido. Kelsen me dijo justo lo que escuché de Michael, en Italia. Que el histrionismo no ameritaba fármacos, solo psicoterapia y compromiso de mi parte. Pero con mi descontrolada adicción al sexo, era mandatorio el uso de pastillas hasta notar un cambio en mi personalidad.
Pues ya lo notó, pero no me hacía feliz.
Observé la dicha del hombre, en serio lucía maravillado y sumamente orgulloso por mí. Pero no encontré mis ánimos en sus palabras, ni siquiera tenía ganas de compararlo con papá Noel...
—Bueno, Greg, me sorprende que la noticia no te cause más emoción —dijo incrédulo—, llevas semanas deseando dejar el medicamento.
Y lo tenía presente. Pero...
—¿No cree que es muy pronto? —cuestioné al terapeuta, frunciéndole el ceño— La última vez no me fue tan bien que digamos. Sentí que mi energía se acumuló y explotó cuando dejé las píldoras...
Me mantuve sereno sentado en el sofá verde, mientras él se removía en su sillón café. Mi comentario lo hizo mirarme con cierto recelo que duró dos segundos antes de cambiar su expresión por una más curiosa.
—La última vez, no duraste ni dos semanas con el tratamiento, Greg. Ahorita ya superas los dos meses. Además, no quiero provocarte una repentina adicción al fármaco.
—Créame, doc —bufé indiferente—, estas pastillas no causan eso...
Esto no es vicodin* para para tomarle cariño al maldito fármaco. Personalmente lo odio. Pero no puedo negar que todo este tiempo han evitado que recaiga en viejas manías. Es como un sacrificio que estoy dispuesto a seguir tomando, si eso significa que mantendrán mi órbita con un rumbo fijo a la normalidad.
Kelsen contuvo el aliento antes de negar con suavidad. Apenas meditó mi queja antes de rechazarla, lanzándome una consternada mirada.
—Sin embargo, el sangrado, el desequilibrio y las lagunas mentales continúan. Eso no es bueno, aunque el tratamiento esté moderando tus impulsos también intenta contrarrestar una actividad severa de electricidad en tu cerebro que no tienes, Greg. Por eso ocurren los efectos secundarios. Será mejor prevenir futuras lesiones cerebrales, dos meses me parece la cantidad de tiempo suficiente para tranquilizar esa manía de sexo repentino. ¿No lo crees?
Cabeceé con suavidad cuando me miró con sugerencia, esperando que estuviese de acuerdo con él. Sé que intenta infundirme confianza y eso, pero sigo nervioso. No quería admitirlo, pero el comentario casual de Aiden, sobre recaer en viejos hábitos sin el tratamiento, me estaba oprimiendo el pecho.
—Doc, ¿está seguro —exigí de nuevo, mortalmente serio— que no arruinaré mi avance si dejo las pastillas?
Kelsen al fin percibió mi consternación. Se quedó observándome en silencio, entonces movió su mano en el aire, como si me pidiese algo. Entendí su mudo gesto. Rodé mis ojos antes de seguir uno de los métodos de relajación, inhalé hondo, uno, dos, tres y solté el aire despacio hasta dejar caer mis hombros. Sí, se sintió bien.
ESTÁS LEYENDO
NO JUEGUES CON EL PERVERSO ABOGADO
ChickLit[T E R M I N A D A] #2 Nina desea una sola cosa: tener control de su destino. Sus padres han gobernado cada instante de su vida, desde cómo vestir hasta con quién acostarse. En cuanto ve su oportunidad de ser libre, ella no lo piensa dos veces para...