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Una de las cosas que quizás me cueste creer, es portar dos anillos en mi dedo que aseguraban mi compromiso con Greg

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Una de las cosas que quizás me cueste creer, es portar dos anillos en mi dedo que aseguraban mi compromiso con Greg. Es extraño como todo se siente tan natural, tan correcto. No hay una sola duda que empañe mi alma sobre este matrimonio, nos tengo tanta fe que lo haremos bien, es una buena corazonada.

—Nena, ¿estás bien? —me preguntó Greg, al oído.

Me había quedado ida mirando al sol esconderse tras las montañas, los pocos rayos de sol que quedaban fueron menguando hasta dejarnos a oscuras. Las luces se encendieron de inmediato, mientras los chicos se encargaban de colocar el ambiente con las velas que tenían desperdigadas por todo el jardín. En un instante, todo volvió a convertirse en un paraíso nocturno.

—¿Soy solo yo o tú también sientes que hemos hecho esto antes? —lo interrogué, girándome en sus brazos para estar de frente a su rostro— Como un déjà vu, que se repite. Pero... que se siente bien.

Descansé mis brazos en sus hombros, mientras mis dedos vagaban curiosos por la espalda de mi hombre. Él no se había esforzado en su atuendo, y sin embargo lucía perfecto. Pantalón beige, zapatos cafés, camisa blanca arremangada en sus antebrazos y mi esposo estaba listo para una boda casual al aire libre.

—Bueno se siente muy bien llamarte mi esposa... ¿a eso te refieres?

Sonreí, totalmente perdida en ese oscuro whisky en su mirada. Sacudí mi cabeza, mientras dejaba que él me estrujase en sus brazos, acorralándome contra una de las barandas de madera del quiosco.

—Es como... una sensación de plenitud, es raro lo sé, pero... siento que tú y yo juntos, es la cosa más natural en el mundo.

Greg esbozó una media sonrisa, mirándome con demasiada curiosidad. Tal vez él no estaba entendiendo completamente lo que sentía en mi pecho, no creo que alguien lograse comprender tantos sentimientos entremezclados en mi alma, porque no había suficientes palabras para describir la abrumadora sensación de hacer lo correcto, estar feliz por ello y asegurar que todo estaría bien.

—¡Hey! —nos llamó Ethan, apenas salió de las puertas francesas entreabiertas— ¿No creen que les hace falta algo, chicos?

Mi esposo y yo, compartimos una mirada de absoluta curiosidad antes de mirar a nuestros amigos. Maddie y Aiden estaban al otro extremo del quiosco, igual de perdidos que nosotros.

—¿De qué hablas, Ethan? ¿Qué nos hace falta?

Vi a mi amigo encaminándose directo al quiosco, tomando a Natalie de la mano para que esta lo siguiera mientras él sacaba su móvil del bolsillo de su pantalón.

—El primer baile como casados, Nina. ¿Lo olvidaron?

Yo ni siquiera sabía que me iba a casar hoy antes de la media noche. Y cuando Greg me aseguró que lo tenía todo planeado y que no debía preocuparme por nada, yo le hice mucho caso. Ahora miraba de reojo a mi flamante esposo, frunciendo el ceño y haciendo una mueca de pesar.

NO JUEGUES CON EL PERVERSO ABOGADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora