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Me cansé de reservarme mis "te amos"

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Me cansé de reservarme mis "te amos". Seguía asustada, como nunca antes lo estuve. ¿Acaso estoy haciendo lo correcto? ¿Qué me asegura que Greg no volverá a alejarme como lo hizo, o peor?

La respuesta es: nada.

No sé leer el maldito futuro, no puedo prevenir infortunios. Pero me opongo a vivir con miedo al compromiso. La única forma de saber qué sucederá entre nosotros es permitiendo a Greg en mi vida, completamente. Lo amo, me enamoré de sus ideales, de su forma de ser, adoro cómo su locura me hace sentir equilibrada.

Si he cometido un acierto o un error al corresponder su amor una vez más, no lo sabré hasta que el tiempo me pase factura. Solo que, cuando miro sus ojos pardos, sé que todo estará bien. Que esta vez no hay montaña demasiado alta para cruzarla juntos...

—Mi abuelo no está aquí... —susurró Greg, tenso a mi lado.

No supe qué esperar al entrar al restaurante a plena tarde. Había muchos comensales, todos inmiscuidos en sus asuntos para siquiera prestarnos atención. Un par de camareros rondaban las mesas circulares de madera clara, en el enorme espacio de una planta, procurando que todo estuviese en orden.

—Bueno, podemos esperar por él, Greg —lo alenté, comprensiva—. No es el fin del mundo que tu abuelo esté unos minutos retrasado.

No muero por conocer a su familia, me causa intriga, sí. Pero en realidad, estoy preocupada. Desde el mensaje que Greg recibió en su loft, no ha dejado de lucir pálido y nervioso. Si no lo conociera, diría que está asustado.

Solo puedo imaginarme que no desea que lo vea de otra forma. Como el Greg que fue, trabajando en la firma de abogados de su familia. Que tiene miedo que su abuelo diga una imprudencia que amenace nuestra reciente reconciliación.

Creo que esa fue una poderosa razón para recordarle que lo amo, para decirlo en voz alta. Es difícil olvidar al hombre resignado de la oficina que me dejaría ir si eso aseguraba mi felicidad. Hubo un gramo de nostalgia en sus ojos, una tristeza por saber que había perdido, que no puedo sacarme de la cabeza. No quiero verlo así de nuevo. Fue doloroso presenciar el momento en que aceptó su derrota. Ahora sé que Greg haría de todo para conseguir que yo sea feliz, incluso hacerse a un lado.

—¿Qué tal si pedimos una mesa y aguardamos por tu abuelo?

Me giré hacia él, alzando mis cejas cuando este no respondió. Greg ni siquiera estaba mirándome, sus ojos seguían clavados al frente, en un específico comensal. Un hombre de traje gris y camisa blanca, se hallaba solo en una mesa circular con dos sillas vacías frente a él. Cabello oscuro, igual a sus ojos, quijada cuadrada, barbilla partida, su porte de hombre importante terminó alertando mis sentidos.

—Tú papá está aquí... —jadeé desconcertada.

Greg tragó duro, antes de cabecear un lento y tenso "sí". Sentí sus dedos estrujar mi mano como si necesitase aferrarse a mí, como su salvavidas. Pronto, fue él quien tomó la iniciativa de avanzar entre las mesas hacia el frente.

NO JUEGUES CON EL PERVERSO ABOGADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora