Eran más de las seis de la tarde, y yo seguía atascada en la oficina de nuevo. Es difícil concentrarme cuando mi hermano está detenido, acusado de un homicidio que siento que no cometió. No importa lo que crean los demás, yo no creo que Scott lo haya hecho.
La cabeza volvió a palpitarme con el inicio de migraña. Me levanté de mi escritorio, apagué el computador y me dispuse a ordenar un par de cosas antes de irme. Me acerqué al estante a mi izquierda, abriendo un gabinete enorme donde guardaba mi cartera y otras cosas de importancia.
—Me gusta tu oficina...
Me giré hacia la puerta, Greg estaba ahí mirando con sumo interés los adornos de la habitación, manos detrás de su espalda. Sereno. Ese fue el hombre que me pidió disculpas, también al que le sangró la nariz estando distraído. Cada vez es más sencillo identificar su cambio de humor.
—Ya me lo habías dicho ¿recuerdas? —sonreí amable.
Él frunció el ceño, de nuevo esas pequeñas lagunas mentales suyas, me alteraron los nervios. ¿Qué es lo que padece que lo hace cambiar tanto?
—Cierto. Lo hice —aceptó meditabundo, cerrando la puerta y quedándose cerca de la salida—. Como sea, ¿ya terminaste por hoy?
Alcé mi cartera, con una mueca resignada en mi rostro. Intentaría ver a padre por segunda vez. Solo esperaba poder hallarlo en su despacho.
—Sí. Tengo algo importante que hacer. Necesito ir a casa de mis padres, así que si no te molesta yo...
Me acerqué a la salida, notando que cada palabra hacía que Greg se quedase más perplejo y fuera de lugar. De pronto, puso una mano sobre la puerta, para marcar que yo no estaba saliendo de ahí. Pensé que era su modo juguetón, pero la expresión seria en su rostro no me dijo lo mismo.
—¿Para qué necesitas verlos? —preguntó receloso, había ansiedad creciente en su voz.
Bufé con cinismo, cruzándome de brazos en mala actitud.
—Necesito hablar con padre, Greg. Ya es suficiente silencio de su parte, no ha querido mover un dedo por Scott, su hijo —le recordé hastiada.
Di un paso al frente, pero Greg me detuvo con una mano en mi hombro y la otra todavía bloqueándome la salida.
—Lo siento, Nina. Pero no puedo permitir que hables con Thomas.
—¡Greg! —me quejé molesta— ¡Déjame salir!
Él tomó una bocanada de aire, y sacudió su cabeza. Su férrea necesidad de tenerme capturada me llenó de decisión para querer escapar.
—No —zanjó incorruptible—. No voy a permitir que hables con Thomas.
Fruncí el ceño, mirándolo con indignación.
—No eres nadie para decirme qué hacer, o con quién tengo que hablar. Ahora, muévete, Greg —lo amenacé, dando un paso al frente—. O empezaré a gritar y las cosas se pondrán feas, buena suerte explicando qué hacías reteniéndome a la fuerza en mi oficina.
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NO JUEGUES CON EL PERVERSO ABOGADO
ChickLit[T E R M I N A D A] #2 Nina desea una sola cosa: tener control de su destino. Sus padres han gobernado cada instante de su vida, desde cómo vestir hasta con quién acostarse. En cuanto ve su oportunidad de ser libre, ella no lo piensa dos veces para...