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[GREG]

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[GREG]

A la mañana siguiente, Clarice acaparó todo el tiempo posible con Nina antes de partir. Le fascinó conocer a otra mujer igual de controladora en la moda que ella. Fue lindo verlas llevarse bien. Sé que ellos no son mis padres, pero prácticamente me enseñaron valores que no aprendí en casa: moralidad, más que nada.

Así que mi capacidad para distinguir malas acciones que parecen buenas, se lo debo a Michael. Es un hombre honesto, que está orgulloso de lo que tiene porque lo ha conseguido con sus propias manos, trabajando como es debido. Siempre quise ser como él, no como mi papá o mi abuelo, sino como el padre de mi mejor amigo.

—Toma este, hijo.

Michael me tendió un cigarrillo que él mismo había envuelto con papel de liar y tabaco suelto que conservaba en una fina caja de madera. Tenía tres compartimientos y escogió un poco de cada uno antes de enrollarlo como un profesional. Me tendió su zippo* de oro, y encendí el pitillo de un extremo.

—Maldita sea, Michael —le dije asombrado, mirando el cigarrillo en mis dedos después de soltar el humo—. ¿Este es el tabaco que te traje de Dubái hace como ocho meses?

Volví a darle una calada, mientras él asentía con fervor, armando su propio pitillo. Entre los pasatiempos de Michael Quest, se hallaba fumar verdadero tabaco no procesado. Lo toma como un arte antiguo que lo practica muy poco, en realidad. Puedo contar con los dedos de una mano las veces que le he sentido un mínimo aroma a humo.

El hombre es demasiado fino y obstinado para comprar una "asquerosa cajetilla de alquitrán procesado" como suele llamar a los cigarrillos comunes.

—Está demasiado bueno para gastármelo, y tiene un nuevo sabor con un poco del buen tabaco italiano, ¿no lo crees, Greg? —murmuró complacido, encendiendo su pitillo.

Cabeceé un sí, con el cigarrillo entre mis dedos. No soy muy fan del tabaco. Pero en ocasiones, encender uno con "mi padrino", era el inicio para una sincera charla. Eso, y el hecho que estuviésemos solos en la mesa del patio, bajo la sombrilla que nos cubría del sol de la mañana.

—Así que las pastillas... Aiden nos contó a Clarice y a mí sobre tus visitas al terapeuta, hijo...

—¿Te dijo que me detectaron histrionismo? —pregunté aburrido, recostándome en el respaldar de la silla.

Michael sacudió su cabeza, entrecerrando sus ojos.

—No, él no lo mencionó. ¿Tomas medicamentos para la bipolaridad? Porque nunca he escuchado que existan pastillas para histriónicos. Es ridículo, Greg, ¿qué tan grave estás que te han medicado? ¿No basta con psicoterapia?

Me rasqué la nuca, mientras él se llevaba el cigarrillo a la boca de nuevo. Arqueó una ceja castaña cuando notó que arrugué la nariz. Me sentí algo incómodo al contarle. Pero sus consejos siempre me han sacado de aprietos.

NO JUEGUES CON EL PERVERSO ABOGADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora