[GREG]
[Tres meses después]
Salí del baño rascando mi mentón. Nina acababa de rasurar mi barba con una jodida navaja. No cometió un solo desliz, como siempre. Tampoco se cansó de decirme que le tomó más tiempo convencerme que de rasurarme. No le rebatí, quizás tuvo un poco de razón.
Encontré a Nina usando su móvil, sentada a orillas de la cama. Seguía en lencería negra, con el cabello rubio suelto y en ondas acariciando la piel de sus hombros y su espalda. Me encanta verla así y seguir con la mirada esa cascada de oro que descansa en sus pechos. Ella es la mujer para mí, la sacudida de mi pene es el sello de aprobación.
—Nina... —la llamé, ella alzó la mirada— ¿qué haces?
La muy pícara solo me sonrió, dejó su móvil a un lado y se acercó veloz. Se detuvo frente a mí, ambos solo en ropa interior, con la luz de la mañana bañando la recamara. No entendí su silencio hasta que escuché la música proviniendo de su móvil. Reí entre dientes, sacudiendo mi cabeza. No sé cuándo empezó, pero bailar en la intimidad se ha vuelto la cosa favorita de mi esposa. Así que la complazco de cualquier forma en que desee bailar.
—¿Me permite esta pieza, señorita? —le pregunté galante, tendiéndole mi mano.
Nina mordió su sonrisa. Dios. Luce tan hermosa feliz y emocionada. Ella tomó mi mano y la jalé hasta que su pecho chocase suavemente con el mío. Puse mi mano libre en su cadera, mientras los gentiles dedos de mi esposa se posaban en mi hombro. Y entonces nos movimos, despacio justo como el ritmo de la canción, una de sus preferidas.
—Me encanta bailar contigo —me susurró al oído, dándome un tierno besito que me erizó el corazón.
—Tú me encantas, nena.
Sonreí contra su piel, antes de distanciarme y apreciar esas mejillas sonrojadas. No puedo olvidar que la maternidad hace cosas en ella que son poco usuales, como ese inesperado rubor en su tersa tez.
Qué bueno que las ventanas tenían vista al jardín, o los vecinos me verían bailar canciones lentas en bóxer justo a mi esposa en lencería muy seguido. Hice girar a Nina y de nuevo la acerqué a mí. No pude resistirlo, planté un beso en sus labios mientras mi mano que sujetaba su cintura se desvió, hasta que le sujeté una grandiosa nalga.
—No es un baile sucio, Greg —me recordó divertida, pero tampoco quitó mi mano de su trasero.
Encogí mi hombro, volví a distanciarla con una vuelta y cuando la insté a acercarse, su espalda tocaba mi pecho. Restregué mi ingle contra su culo, al ritmo de la música, obviamente, tenía que mantener el profesionalismo. Nina se carcajeó, echando su cabeza contra mi hombro. Besé su despejado cuello, hasta que encontré sus labios una vez más.
—¿Ya podemos hacerlo sucio, nena? —pregunté curioso, mis manos sobre sus caderas empezaron a ascender por su piel, hasta sostener sus pechos.
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NO JUEGUES CON EL PERVERSO ABOGADO
ChickLit[T E R M I N A D A] #2 Nina desea una sola cosa: tener control de su destino. Sus padres han gobernado cada instante de su vida, desde cómo vestir hasta con quién acostarse. En cuanto ve su oportunidad de ser libre, ella no lo piensa dos veces para...