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***[Nina]***

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***[Nina]***

Esperé sentada en la cama, con mis brazos abrazando mis piernas pegadas a mi pecho. Apoyé mi mentón sobre mis rodillas, respirando hondo, y tratando de serenarme. Después de lo que ocurrió en el baño, decidí solo cambiarme de ropa, una sencilla camiseta de tirantes y mi short para dormir fue suficiente para mí.

Pasaron los minutos. Me mantuve en mi lugar, con las luces de las lámparas de noche siendo lo único que iluminaba la oscuridad de la habitación. La luz no era tan fuerte para rayar la molestia, las preferí, que encender todas las luces. Estaba perdida en mis pensamientos cuando Greg apareció, su mano sujetaba su costado como si cada paso fue un infierno repercutido en sus costillas. Pero de nuevo, se había vestido solo, camiseta negra sin mangas, pantalones de chándal azul marino, incluso llevaba calcetines. Eso debió dolerle. Su rígido caminar y su mueca de dolor lo delataba.

—Creí que dijiste que te bañarías conmigo —manifestó vacilante, quedándose de pie a orillas de la cama.

Cabeceé con suavidad, atreviéndome a mirarlo de reojo. Él apenas había secado su cabello oscuro. Le duele alzar los brazos sobre su cabeza, necesita estirar su torso para hacerlo, así que podía comprender por qué el agua casi goteaba de su frente.

—Lo pensé mejor y decidí darte tu espacio, Greg.

Quizás yo sí era el problema. Él deseaba hacer las cosas por su cuenta y yo lo estaba reteniendo porque me parte el alma el más ínfimo de sus gruñidos de dolor.

Él se quedó perplejo, observándome con desmedido espanto antes de soltar un jadeo y sacudir su cabeza.

—Nina, yo... lo que dije antes...

—¿De verdad piensas que me satisface ver cómo sufres? ¿Qué me complace verte herido y vulnerable? —le pregunté dolida, girando mi rostro hacia él para ver sus ojos, aunque estos huyeron hacia el suelo— Porque si eso crees, entonces no me conoces, Greg. Solo quiero que te recuperes pronto, que sigas las órdenes del médico: nada de movimientos que podrían lesionarte más. Y vestirte por tu cuenta, sigue considerándose como uno de esos movimientos. Nunca te haría algo con el objeto de humillarte...

Conozco ese sentimiento de ser inferior ante otra persona. Padre lo practicó conmigo hasta que tuvo sabor en mi boca, y fue amargo. Greg estaba ahí de pie, su mano derecha aferrándose a la tela de su pantalón como si su vida dependiera de ello. Él no dijo nada más, tragó el nudo en su garganta antes de atreverse a alzar la mirada bajo sus espesas pestañas negras. Nos quedamos en silencio, su desolada mirada pidiéndome qué debía hacer ahora. Sentí el escozor de mis lágrimas detrás de mis ojos.

—Ya sé que tú no me necesitas todo el tiempo, pero yo sí te necesito. No me da miedo decírtelo, Greg. No me avergüenza decirte que casi me vuelvo loca sin ti —admití casi sin voz, con un nudo atenazando mi garganta—, que le debo a nuestro hijo tanto amor que no le di, porque contigo se me fue la mitad del corazón. Estaba tan vacía, tan perdida sin ti... tan desesperada por encontrarte que seguí los planes suicidas de Scott al entrar a ese sitio. Porque yo sí te necesito todo el tiempo, Greg.

NO JUEGUES CON EL PERVERSO ABOGADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora