[GREG]
Comida grasienta. Una cerveza. Nina. No sonaba a la combinación que elegiría para estar con ella. Quizá... champaña, fresas y chocolate. Y aunque no lo pienso admitir a los cuatro vientos, este sitio es agradable. La comida no está mal, y la compañía mucho menos.
—Así que estás diciendo, que todo este tiempo, no has tenido sexo —murmuró pensativa, frunciendo sus rubias cejas.
—No —acordé resignado, tomando un trago de amarga cerveza—. Ni nada que se le parezca tampoco.
No es que no tenga ganas de que mi mano me ayude a sobrellevar el viaje. Es que conozco mi obsesión. Solo necesito una chispa para incinerar todo mi trabajo. Solo eso bastó la última vez. Al diablo las viejas manías, yo puedo con esto.
Nina me empujó con su hombro, llamando mi atención. La observé, y su media sonrisa en sus labios rosas me tentó como nunca. Quiero volver a probarlos.
—¿Y cómo te trata el celibato, Greg?
—Pésimo. ¿Quién diablos utiliza su pene solo para orinar? —dije serio.
No esperé ni un segundo cuando volví a escuchar la soltura de su risa. Ella me hace temblar el corazón. Podría observarla por horas, como la mejor obra de arte jamás diseñada. Porque eso es Nina, incomprensible para quien la mira, pero tan profunda cuando realmente la observas, y conoces un detalle, y luego otro. Creo que así uno termina enamorado del arte.
—Lamento escuchar tu mala racha —me consoló, haciendo un puchero con sus labios—. Debe ser muy duro para ti, digo, te causaba placer ¿no?
Otra chica pudo ofrecerse para aliviarme en este punto de la conversación. Pero ella seguía imperturbable. Me dejaba tocar su mano, no en un acto de deseo sino para aprenderme la gentileza de su piel. Nina se sentía cómoda conmigo, solo hablando. Y por primera vez, yo no sentí que perdía mi tiempo.
—Sí, era placentero. Solo que no era del todo satisfactorio. Al final siempre había un vacío —le confesé resignado, encogiendo un hombro—. Nunca me gustó esa sensación, por eso repetía. Para no tener que sentirlo por mucho tiempo.
Ella asintió con suavidad.
—Y así te creaste la adicción.
—¿Puedes culparme, Nina?
—No —concordó pacífica, sacudiendo su cabeza.
Terminé mi cerveza, ella alzó su botella vacía.
—¿Quieres otra? —me preguntó curiosa.
—Una es suficiente. Tomo medicamentos ¿recuerdas?
En realidad, me encantarían unas tres más. Pero no puedo exagerar con el alcohol por los siguientes meses. Necesito avanzar en mi terapia y disminuir los medicamentos hasta hacerlos desaparecer. Quiero que ella me vea curado.
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NO JUEGUES CON EL PERVERSO ABOGADO
ChickLit[T E R M I N A D A] #2 Nina desea una sola cosa: tener control de su destino. Sus padres han gobernado cada instante de su vida, desde cómo vestir hasta con quién acostarse. En cuanto ve su oportunidad de ser libre, ella no lo piensa dos veces para...